Carlos Fabra ha reaparecido el mismo día que Belén
Esteban. No es casualidad. Él para
seguir a la suyo y supongo que Belén también. Mucho tienen en común ya que los
dos han hecho de las declaraciones su forma de vida y de sobrevivir a lo que
haga falta: al partido o a la audiencia.
Los dos tienen una hija llamada Andrea. Una come
pollo y la otra los arma. La política es espectáculo mucho antes que Obama. A
Fabra (Carlos) no le hace falta Twitter (el pía que no veas cuando ve un micro
y cuando no, también). Como Alfonso Rus pero en más alto.
El New York Times llevaba al expolítico
castellonense en su portada del domingo que es como el Lecturas pero en clave política.
Aunque Fabra ya es ex de casi todo, sus imputaciones siguen a la espera de
juicio y se le sigue escuchando. A él se la trae al pairo (sic) salir en el rotativo
más prestigioso. Los neoyorkinos no le votan, aunque los castellonenses en
verdad tampoco.
Una de sus colaboradoras me contaba hoy que le
rogaba que se centrara en el congreso de la Cámara de Comercio que era el
motivo por el que se había convocado a los medios, pero él ha sonreído. Fabra
debe ser al único al que el PP le ha perdonado siempre que fuera a su bola. El
partido era él.
Ha dicho lo que le ha dado la gana. A Fabra se le
pueden acusar de muchas cosas, pero es una fábrica de titulares y sabe manejar
los tiempos como nadie. Los que se creían que estaba enterrado política y
mediáticamente (yo también, que conste) nos hemos dado cuenta de que no.
Dice que Bárcenas es un sinvergüenza como la copa de
un pino y que él sí hizo donaciones al PP. Él puede, para algo le toca la
Lotería.
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