Aterrizó (es un decir)
esta semana en Castellón el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce,
para dar una conferencia. El jefe de los fiscales podría ser el heredero de un
imperio de magdalenas con ese nombre, pero su vida ha corrido por otros
derroteros. Hay gente que escapa a su apellido, verbigracia, y otros que
cumplen con el oficio marcado por un nombre, como Pertegaz que nació con nombre
de etiqueta o García Márquez de genio.
Torres-Dulce llegó
convocado por el Foro Cívico que es como el FIB pero en charlas, y bajo su
mecenazgo han pisado el casino de Castellón desde ministros a Aznar. El
colectivo siempre convoca a los medios pero en muchas ocasiones la convocatoria
se ciñe a una foto apresurada por la calle, como un posado playero de Anita
Obregón, y ni hay declaraciones ni se puede entrar a la conferencia. Es el
absurdo: convocar a los medios para no atenderlos, pero es lo que hay.
Es lo que viene siendo
en el argot periodístico hacer puerta para nada. El fiscal general llegó con
Fabra (Alberto) que tampoco dijo ni mú. Ni preguntas, ni respuestas, ni una
botellita de gua. Pero que llegue alguien con renombre a la provincia ya es
noticia ya que como mucho te puedes encontrar a los padres de la Campanario
comprando un cupón o al reconocido estilista Juan Miguel (ex de Karina y
hermano de Francisco Martínez) como jurado del concurso de paellas de Vall
d’Alba.
Ese el ‘star system’ de
la Plana. Ese y el actor Miguel Ángel Silvestre que patina por el Grao y se
hace fotos en contra de las prospecciones en Columbretes. Torres-Dulce habló de
la infanta (Cristina), de la corrupción y de la teoría judicial. Un rollo.
Fabra puso cara de entenderlo todo mientras soportaba el calor de un abril que
parece agosto. Un sofoco.
Menos mal que nuestros
políticos disfrutan de sus merecidas vacaciones que a mí, humildemente, me
tenían preocupado por esa sobrecarga. No es mi caso, yo no me muevo de aquí y
alivio la inmovilidad con torrijas. En Castellón no es típico comer torrijas
por Semana Santa, sino monas de Pasqua, pero en la cuestión postre soy muy
tolerante y estoy abierto a todas las culturas y fiestas. Es lo que tiene vivir
en una dieta permanente, que te la saltas también de forma permanente.
También Calles ha
tenido su cuota esta semana. Como tránsfuga que es (por mucho que le moleste)
se ha decidido que no tendrá ni asesor, ni aportación económica extra. El
exsocialista mostró su felicidad porque, dijo, por fin podrá volver a ser
concejal y podrá intervenir en plenos y alguna comisión, lo que nos hará estar
pendientes a su nueva labor.
Castellón es así. De
ahí que el jueves el Ayuntamiento de Castellón celebrara un penitente pleno. O
sea, se habló de muchas cosas importantes y centradas en el día a día de la
ciudad. Por ejemplo: de la posibilidad de una tercera república (con salidas de
tono y desfases) o de la persecución de los gays en Uganda. Ese fue el
panorama.
La única maniobra de
coherencia vino de la mano de Enric Nomdedéu. Compromís había presentado una
moción para rechazar de manera formal a los tránsfugas. No obstante, este punto
del día daba bola a Calles para explicarse y seguro que hubiera acabado por
entonar de nuevo el victimismo. De ahí que Nomdedéu, que siempre tiene claras
las juagadas con antelación, retirara su protesta formal. No hay mayor
desprecio que no hacer a precio. Calles parecía atento, pero su papel sigue
siendo el de una rima asonante. El trinque es una adjunción, la suya.
Hablando de pasta. La
Diputación cuenta con un nuevo asesor. Se trata del alcalde de Benassal,
Baudilio Martínez, quien asume ahora la gestión de la marca ‘Castellón, ruta de
sabor’. Se trata de la estrella de la institución para convertir a Castellón en
algo más que una provincia con un aeropuerto sobre la peineta para dar paso a
la gastronomía como futuro cosa que, por otro lado, siempre se había hecho.
La marca, impulsada por
Javier Moliner, ha conseguido ilusionar al sector de restaurantes y productores
de materias primas bajo un paraguas común. Conquistar por el estómago al precio
que sea. En eso Javier Moliner y yo siempre estaremos de acuerdo.
Artículo publicado en Las Provincias, 21 de abril de 2014
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