Ha
hecho falta que Juan Carlos I abdique para que sepamos qué hacen
nuestros diputados y senadores. Hablo de los de Castellón, claro,
que informaron móvil en mano de su presencia en el Congreso el día
de la Coronación. Como las señoras que saludan desde la tele,
nuestros representantes se hicieron ‘selfis’ para captar el
momento histórico.
Susana
Ros, por ejemplo, se vistió de rojo capote volviendo a demostrar que
su labor de oposición no está reñida con tener un fondo de armario
que ya quisiera Letizia. Ros se fotografió con Ximo Puig y Enrique
Navarro, pesos pesados del socialismo en la provincia y que llevan en
la cosa pública más tiempo casi que el Borbón saliente.
Por
el lado del PP también hubo derroche de megapíxel. Andrea Fabra (de
su propia dinastía) y Ascensión Figueres se vistieron de verde
lechuga, kiwi o pistacho (yo de moda no sé) y Manuel Altava se
retrató como un turista ante La Gioconda. Que se note que todos son
de provincias.
A
mí es lo que más me sorprendió del acto, la verdad. Cada provincia
tiene sus monarcas, y ellos eran los reyes del mambo. Ya lo de las
vacaciones, los sueldazos o el que algunos no contesten cuando un
tema afecta la provincia me produce la misma sensación que una
anestesia bucal. Eso y que, en definitiva, todos hubiéramos hecho lo
mismo. Lástima que Ikea no se haya inaugurado en Castellón, así ya
tendría el sainete completo: unos haciéndose fotos bajo la sombra
de Felipe VI y otros montando sillas, para que luego digan que la
política es aburrida.
Están
las familias reales y las reales familias. La del PP de Castellón ha
celebrado un acto para suplir la ausencia de Bonig, que ha dado el
salto a coordinadora de todos los populares valencianos. El pequeño
gran hombre Miguel Barachina ha sido el elegido, como ya se sabía.
Hubo gente que se empeñaba en decir que era el mejor situado en las
quinielas, pero la evidencia siempre se impone a los sondeos.
Barrachina
es un tipo cercano que de un plumazo se ha convertido en el hombre
fuerte de Castellón. No sólo es la mano derecha de Moliner en la
Diputación, también en el PP. Son ya un tándem unido, como Alonso
Quijano y Sancho Panza, como los Brangelinos. Su nombramiento supone
otra patada en la espinilla al armario de los fantasmas de la otra
era, la de hace tres años.
El
secreto de Moliner es que ha podido renovar el partido desde las uñas
de los pies, y así cualquiera. Pero parece ser que las renovaciones
funcionan si nos atenemos a las elecciones Europeas y a la Selección.
Las nuevas generaciones venden: ahí tienen a Chabelita, José
Fernando o el propio Froilán Maricahalar, estamos salvados.
Otro
de los grandes momentos de la semana ha venido servido de Alfonso
Bataller, el alcalde de la capital, quien en el debate sobre el
estado de la ciudad (a pretensión no nos gana nadie) se autoproclamó
patrón de un barco. Las metáforas son peligrosas, pero en boca de
Bataller, más. La respuesta estuvo servida: la oposición comparó
su gestión con el Titánic en cuestión de segundos.
El
primer edil asegura que su política está permitiendo reactivar la
economía de la ciudad mientras en todos los plenos acude un
colectivo a protestar, que acaba siendo desalojado. Es un clásico:
el patinazo verbal y la protesta se unen de la mano en los últimos
meses.
Castellón
ha renunciado a su Ciudad de las Lenguas, pero se ha decidido que de
forma temporal se mantiene el proyecto en el Centro de Turismo del
Grao. La intención es que los turistas ya puedan estudiar idiomas
este verano, la lástima es que no sabemos nada más y el verano ya
ha llegado.
Verano
es sinónimo de festivales, por cierto. La organización comunicativa
de dos de los grandes (Arenal y FIB) está adoleciendo ciertas
carencias para los periodistas que tratan de cubrir los eventos
musicales: convocatorias para anunciar carteles pero fechadas para
cuando el festival ya ha acabado o ruedas de prensa de las que te
avisan una hora antes. La música amansa a las fieras, pero no a los
periodistas que a falta de una buena sintonía siempre estamos
dispuestos a asestar un navajazo en forma de crónica.
Artículo publicado en Las Provincias, 23 de junio de 2014