martes, 3 de junio de 2014

Escribir no engorda

Dedicado a mi hermanita Rosabel con la que cada tostonazo es una fiesta

Cada vez que veo en el horizonte de la semana un sarao arrastro la ilusión de llenar este espacio. Portátil, libreta y chaqueta por si refresca al salir: mi uniforme de batalla. De ahí que me fuera tan contento a la merendola que el Consell preparó para la puesta de largo del aeropuerto para retratar el momento más de tres años después de la primera inauguración y más de diez años después de la primera piedra.
Entre medias hemos asistido a decenas de inauguraciones de tramos de carretera, anuncios y varias toneladas de despropósitos. El acto no fue de oropel y a veces gestionar la decepción es complicado porque todos esperábamos un plan de vuelos, rutas concretas, maletas, fingers y puertas de embarque funcionando a todo trapo.
La presentación corrió a cargo de los jefazos de Lavalin, la multinacional canadiense que asume no sólo conseguir vuelos para Castellón, sino cambiar la imagen de la obra más conocida desde las pirámides de Egipto y para ello si hace falta la estatua homenaje a Carlos Fabra se dejará para chatarra. Eso no lo dijeron así, pero casi.
Los señores canadienses explicaron su modelo de gestión y atendieron a los medios con una cordialidad desconocida. En diez años esperan tener beneficios pero mientras tanto, los primeros nueve años, pedirán la subvención de 24 millones prevista por el Consell y “antes de que llegue Papa Noél, habrá un avión aterrizando en la provincia”.
Antes de que el señor Rusell (alias Mister Lavalin) trazara en un gráfico el futuro, el Centro de Turismo de Castellón se llenó como una noche de ópera veneciana pero en versión cuadro flamenco. Llegó toda la provincia a sentar su culo en los asientos y sólo se levantaron cundo hicieron acto de presencia todos los consellers que acompañaban a Fabra.
En todos los actos políticos, como si fuera una misa, el público se levanta ante la llegada del líder. Mister Lavalin no recurrió ni a un video, hablaba en francés y en dólares canadienses y expuso en cuatro trazos el final feliz del aeropuerto del abuelito. Por cierto que de Carlos Fabra, ni rastro. Sí estaba José Císcar que, en definitiva, ha sido el punto de cordura en el aeropuerto. El todavía presidente de Aerocas ha dirigido la negociación con una eficiencia insólita en la vida pública y ha aguantado reproches por todos lados.
 Isabel Bonig abrazando como una matrona, Máximo Buch, siempre correcto vestido de entrega de premios y Asunción Sánchez Zaplana con su cara de serie. También el alcalde de Castellón quiso tomar la palabra, pero ni siquiera sé lo que dijo.
La discreción de la dirección de la multinacional no quedó eclipsada por los discursos políticos. Ni Javier Moliner ni Fabra tuvieron su mejor día, agotados tal vez de tanto palique e ingenio en campaña. El acto fue tan raro que los medios de comunicación confundimos a Daniel Marco, secretario autonómico de Turismo, con un azafato contratado para presentar el acto.
Dijo Fabra que se escribía una página histórica para la provincia y la Comunitat. En realidad lo leyó porque se dejó el discurso en el atril y le pude echar un ojo al acabar el acto en busca de algún mensaje secreto. Hubo un momento espeluznante porque empecé a pensar que ya no íbamos a caber en la provincia. Más de un millón de pasajeros al año, el AVE, los cruceros… No hay tierra para tanto.
Mister Lavalin quiso saber las inquietudes de los medios y adosado a una traductora  soportó con estoicidad las preguntas oportunas y las tonterías, porque nos faltó preguntarle por su color favorito (no todos los días el dueño de una multinacional se nos pone a tiro de micro). Enseguida comenzaba la merendola para alcaldes, empresarios y gente bien. Vi bolas de parmesano, gambas y copas de vino pasando a lo lejos sentado en un banco escribiendo la crónica. Escribir no engorda, pensé. El acto, ya digo, se disfrazó de austeridad pero comida hubo de sobra.
Los canadienses ya han elegido al equipo que dirigirá la base castellonense y dejaron claro que ahora mandan ellos (tonterías ni una). El ya director del aeropuerto ha trabajado 20 años en la base de Niza y diez años en la de Estrasburgo y la empresa le ha encargado que ponga orden y éxito. ¿Qué opina de la infraestructura?, preguntamos. “Tiene unos equipos informáticos envidiables”, contestó. No hay nada más que decir. 
Artículo prublicado en Las Provincias 02 junio 2013

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