lunes, 16 de junio de 2014

Lágrimas en la lluvia


Tengo la firme teoría de que la mayoría de los comportamientos del ser humano responden al hecho de ser mortales. La vida es finita y eso mueve nuestra voluntad: tener un hijo, plantar un árbol, escribir un libro o colocar una placa, todo vale. El drama de la muerte nos lleva a intentar escapar de ella enamorándonos, hipotecándonos, trabajando, viajando y todos los gerundios de la monotonía: entretenerse.

En realidad los humanos y los replicantes de ‘Blade runner’ vivimos con la misma asfixia. Ellos saben qué día acaba su vida y nosotros no, de ahí que soñemos con poder ser felices. Por eso todos, de algún modo, querríamos pasar a la posteridad por la puerta grande. Es hora de morir.
 
Pues como en la peli de Ridley Scott, yo he visto cosas que vosotros no creerías. Empiezo por el principio: el alcalde de un pequeño pueblo de la provincia, Benlloch, saltaba a la actualidad por retirar las placas con nombres de políticos corruptos de los edificios municipales. El Ayuntamiento acompañaba el anuncio con la foto del alguacil del pueblo, con un pitillo adjuntado al bies del bigote, retirando placas.


El alguacil de Benlloch
 
Con esa decisión Carlos Fabra y Rafael Blasco perdían honores. El alcalde de la localidad en la que, por cierto, también se ubica en parte el aeropuerto, Ángel Ribés, daba un golpe de efecto y encendía la mecha al socialismo provincial, que seguía hasta el momento en el limbo de si Monarquía o República.

El primer edil de Benlloch decía que ningún político merece una placa por inaugurar un edificio ya que los cargos son sólo gestores y estos servicios se ponen en pie con el esfuerzo del contribuyente. Una lógica cercana a la tendencia Podemos. Enseguida salió Colomer, líder del socialismo de Castellón, a sumarse a la causa.

Y el guante lo recogió Moliner, que suele hacerlo pero para dar una bofetada. Dijo el presidente de la Diputación que él no va a encargar un cuadro con su imagen para decorar el palacio de las Aulas, sede de la entidad provincial. “No soy un hombre de placas”, dijo. Pero tampoco va a retirar lo que ya está hecho por respeto y por admiración a los 52 presidentes que le preceden. Fue una respuesta muy de EEUU.

Moliner, en esa sencillez de chico de pueblo amante del buen pan, aprovechaba para volver a dejar su huella. La polémica ha permitido visualizar lo que a casi todos nos había pasado desapercibido: el legado de Carlos Fabra en la provincia es mayor que el de Juan Carlos I (si nos ponemos a sumar placas).

Porque Fabra tiene cuadros (y tuvo retratistas de cámara), tiene placas y hasta una plaza en Villahermosa con su nombre. Por no hablar de la estatua del aeropuerto que aunque siempre se ha negado, está inspirada en el exlíder provincial.

Hablando de placas. Francisco Martínez también ha sido noticia pero otra vez por dejar un cargo. Con la investigación de la depuradora pegada como una sombra cosida a sus pasos, ahora el alcalde de Vall d’Alba tampoco es vocal de la Epsar (Empresa Pública de Saneamiento de Aguas Residuales) desde el pasado 3 de junio.

Desde que Moliner le desposeyera de la confianza, Martínez no gana para disgustos. El diputado ya no gestiona las infraestructuras y de ahí que ya no figure en esta empresa y que sea Héctor Folgado quien le sustituya. Lo mismo ocurrió con Aerocas, de donde también fue apartado hace unas semanas.

Moliner tiene una intuición infalible y por eso ha firmado un convenio de apoyo al sector del mueble del Maestrat con toda Valencia expectante con Ikea. Algo parecido pasó en Castellón cuando abrió El Corte Inglés y hubo gente que pasó la noche velando la inauguración. Son provincias hermanas y aunque a veces vayan de modernas, el catetismo nos une más que la paella (y ya es decir).

Por cierto que Folgado se ha topado con la justicia. Después de acusar al alcalde de Vila-real de gastar dinero público en cosméticos, el primer edil le ha respondido con una demanda contra su honor. En la refriega política se dicen cosas más graves, por lo que es muy posible que el asunto no llegue a nada pero ambos saben que a todo el mundo se le recuerda por una anécdota y a los políticos, más. La operación Ambipur centrará lo que queda de campaña.

El equipo de gobierno trata de recordar los desmanes del anterior alcalde bajo las siglas del PP para contrarrestar el asunto de las cremas que acabaron siendo ambientadores. Y así siempre. Al final todo se perderá, como lágrimas en la lluvia.

Artículo publicado en Las Provincias, 16 de junio de 2014
 

 

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