Sacralizar
la política
Sacralizar la política
como si fuera un evangelio es una de las grandes sorpresas de la semana.
Mientras media España se llevaba las manos a la cabeza por la semipresencia de
Pedro Sánchez en Sálvame, en Castellón el debate se reproducía a pequeña
escala, más cañí, más nuestro.
La culpa era de Enric
Nomdedéu que aprovechaba la movida escocesa para hacer turismo de referéndum.
El líder de Compromís vive a través de las redes sociales y con un pie en
tierra en Escocia ya se había puesto la falda y subido varias fotos. Las
imágenes despertaron las críticas como si en lugar de conocer cómo se vivía el
momento, Nomdedéu estuviera matando elefantes.
El PP le acusó de no
haber acudido a las comisiones informativas del Ayuntamiento y en Twitter le jarrearon
insultos. Ahora Nomdedéu ya sabe en sus propias carnes que el pueblo prefiere
que le roben en la jeta pero que si se prevarica, que se haga con seriedad. A
mí nunca se me ocurría criticar a un tipo que se pone una falda y busco
intencionadamente la telebasura, lo hago para que no me pase como al resto de
la humanidad, que Sálvame les pilla en un zapping mientras veían un documental
de la 2.
Es como lo de Pedro
Sánchez. El catetismo ha elevado la anécdota a categoría y ha despertado más
comentarios que la esquilmada de la familia Pujol. En ambos casos la crítica
proviene del hecho de creerse superior y confiar todavía en que la política y
sus dirigentes son seres elevados intelectualmente. Lo políticamente correcto
es casi tan aburrido como un documental de ballenas.
Menos mal que la parte
seria sigue estando vigente. Como esta semana cuando el PP de Castellón salió
en defensa de Francisco Martínez asegurando que no se había enriquecido
ilícitamente porque antes le habían pillado (ellos y el fiscal). Eso sí merece
un aplauso, como los autos de la Audiencia de Castellón cuestionados por
Anticorrupción por beneficiar a Carlos Fabra o el nuevo bluf del Centro de
Convenciones al que ni siquiera dio tiempo a colocarle un trencadís defectuoso.
En la otra orilla está
el PSPV de la capital con los cuchillos afilados. La guerra de guerrillas ha
empezado y mientras leen este párrafo ya se han clavado tres puñales, esa es la
media. Amparo Marco lidera la corriente más visible pero el secretario de la
ejecutiva ha aupado a Germán Renau para unas primarias que se adivinan como
siempre, o sea, con todos divididos.
Sin sentido del humor
sólo se sobrevive. Que me lo digan a mí que recibí un día la llamada de Carlos
Fabra para abroncarme y decirme que era un frívolo por lo que escribía en mis
artículos. Fabra dio en la diana y no era una opinión, sólo información. Antes
de acabar la conversación me dio una exclusiva: el primer avión al aeropuerto
llegaría el 1 de enero (y así se publicó). Corría el verano de 2012. Eso sí fue
de chiste.
Artículo publicado en Las Provincias el 22 de septiembre de 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario