La muerte política se
escribe sobre las tumbas con la palabra dimisión. En la vida el final tiene en
realidad muchos finales, pero la finitud de un cargo público tiene dos salidas:
o te echan los ciudadanos o el partido.
Es lo que ha pasado con
Francisco Martínez, cuya imputación ha cavado la losa del último acto. En este
caso penúltimo porque el que fuera mano derecha de Carlos Fabra durante
lustros retiene la alcaldía de Vall d’Alba. Martínez es el símbolo de un
estilo, de una época y de una forma de legislar.
Hace meses, cuando los
juzgados empezaron a acosarle desvelé que en su pueblo sus habitantes (esos
mismos que le regalan mayorías absolutas y han dejado al PSPV con tres ediles)
le llamaban Paco Placa. Desvelar el mote sentó como un tiro incluso a los que
se lo habían puesto, lo cual ya tiene guasa.
Martínez es un tipo
insólito que incluso ha construido un paseo marítimo en una ciudad sin mar. A
palmeras e inversiones no le ha ganado nadie en este tiempo y a mí esas
tonterías son las que me hacen gracia, la anécdota, la espuma de la vida. El
nombre viene de que Martínez acumula inauguraciones como quien acumula ‘spams’
en el correo, amontonados y todos con una placa.
Paco Placa se ha
marchado en realidad porque ya nadie le quería. Estaba de prestado en la
Diputación y el nuevo PP arrincona a los dinosaurios en una pretendida
renovación. Arrinconar es un eufemismo, en realidad les da una patada gracias
al fiscal Carceller. El PSPV en cambio tiene otro ritmo, la renovación se calza
con la misma ropa de hace 20 años, y así les va.
Los populares ahora
temen las imputaciones como el resto de mortales tememos subirnos a una
báscula. Saben que la línea roja les marca el camino y el destino es marcharse
por la puerta de atrás. La imputación es el crepúsculo, expirar en forma de
auto judicial.
La Fiscalía de
Castellón quiere saber qué ha pasado en estos años. Investiga si Martínez
adjudicaba las obras sobre solares que, en realidad, le pertenecían y quiere
los datos sobre la mesa por lo que ha imputado a dos de sus hijos: Francisco y
Andrea Martínez, socios de la empresa.
Es cierto que el hijo
siempre ha pasado desapercibido pero no es el caso de su hija. Andrea no sólo
fue reina de las fiestas más guapa de los últimos tiempos. Fue becaria en
Génova y trabajó en una empresa de eventos que ofrecía contratos a los
ayuntamientos.
La Justicia no va a
dejar medrar a la nueva generación en los papeles, por lo visto. Y eso es algo
necesario para Castellón. Porque si Carlos Fabra entra en prisión, llega un
avión al aeropuerto y Martínez deja la política, apenas queda nada.
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