lunes, 15 de septiembre de 2014

La muerte de los políticos


La muerte política se escribe sobre las tumbas con la palabra dimisión. En la vida el final tiene en realidad muchos finales, pero la finitud de un cargo público tiene dos salidas: o te echan los ciudadanos o el partido.

Es lo que ha pasado con Francisco Martínez, cuya imputación ha cavado la losa del último acto. En este caso penúltimo porque el que fuera mano derecha de Carlos Fabra durante lustros retiene la alcaldía de Vall d’Alba. Martínez es el símbolo de un estilo, de una época y de una forma de legislar.

Hace meses, cuando los juzgados empezaron a acosarle desvelé que en su pueblo sus habitantes (esos mismos que le regalan mayorías absolutas y han dejado al PSPV con tres ediles) le llamaban Paco Placa. Desvelar el mote sentó como un tiro incluso a los que se lo habían puesto, lo cual ya tiene guasa.

Martínez es un tipo insólito que incluso ha construido un paseo marítimo en una ciudad sin mar. A palmeras e inversiones no le ha ganado nadie en este tiempo y a mí esas tonterías son las que me hacen gracia, la anécdota, la espuma de la vida. El nombre viene de que Martínez acumula inauguraciones como quien acumula ‘spams’ en el correo, amontonados y todos con una placa.

Paco Placa se ha marchado en realidad porque ya nadie le quería. Estaba de prestado en la Diputación y el nuevo PP arrincona a los dinosaurios en una pretendida renovación. Arrinconar es un eufemismo, en realidad les da una patada gracias al fiscal Carceller. El PSPV en cambio tiene otro ritmo, la renovación se calza con la misma ropa de hace 20 años, y así les va.

Los populares ahora temen las imputaciones como el resto de mortales tememos subirnos a una báscula. Saben que la línea roja les marca el camino y el destino es marcharse por la puerta de atrás. La imputación es el crepúsculo, expirar en forma de auto judicial.

La Fiscalía de Castellón quiere saber qué ha pasado en estos años. Investiga si Martínez adjudicaba las obras sobre solares que, en realidad, le pertenecían y quiere los datos sobre la mesa por lo que ha imputado a dos de sus hijos: Francisco y Andrea Martínez, socios de la empresa.

Es cierto que el hijo siempre ha pasado desapercibido pero no es el caso de su hija. Andrea no sólo fue reina de las fiestas más guapa de los últimos tiempos. Fue becaria en Génova y trabajó en una empresa de eventos que ofrecía contratos a los ayuntamientos.

La Justicia no va a dejar medrar a la nueva generación en los papeles, por lo visto. Y eso es algo necesario para Castellón. Porque si Carlos Fabra entra en prisión, llega un avión al aeropuerto y Martínez deja la política, apenas queda nada.

 
Artículo publicado en Las Provincias 14 septiembre 2014

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