domingo, 25 de agosto de 2013

Ya no te quiero

Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por aquellas que permanecen desatendidas
 
A ver cómo lo explico. Porque ha sido lo más raro y fácil que he hecho en mi vida, que me ha pasado. Como esa sensación que tienes cuando sueñas que te caes. Un choque abrupto con la realidad.
Ya no te quiero. Así de fácil y así de complicado. Para llegar a esta conclusión que parece sencilla han tenido que pasar meses, años. He tenido que soportar tu doble vida, conformarme con lo que no me era suficiente, malgastar miles de horas. Hacer banquillo y apretarme botellas enteras de ginebra en soledad, escuchar canciones tristes y ver miles de películas. Si confieso todo, lo hago: hasta he bebido güisqui sin gustarme porque a ti sí.
Llegar al patetismo: imaginar conversaciones, que todo podía cambiar, motivar encuentros, aparentar normalidad ante lo insólito, compartirte, guardarte el secreto. Humillarme sabiendo que me estaba dejando humillar. No contar nada a nadie. Abrir los ojos y pensar en ti. Cerrar los ojos y pensar en ti. Hacer terapia. Machacar a confidentes.
Hay una teoría que dice que el mundo se divide en dos: los que aman y los que son amados. Yo he amado, me he quemado, me he herido, arañado, arrastrado, sometido. Infravalorado. Te he mitificado. Tú has amado a tu manera, lo sé, no voy a tirar de maniqueísmo.
Y hasta aquí. Me he dado cuenta hoy al abrir los ojos. Al ver los tuyos. Me he levantado y cuando he vuelto de mear allí estabas tú, con la sábana enrollada a los pies y una mano detrás de la nuca, en posición de hablar. Me he puesto de espaldas y así he hablado, como sólo se habla en las películas porque en la vida real siempre se habla de cara al interlocutor.
No he dicho nada, en realidad. Ya estaba todo dicho y mil veces, por cierto. Pero me he dado cuenta de que desde hace meses no me despierto pensando en ti, ni me da pena lo que no ha sido. Un click en mi cabeza lo ha resuelto todo. Que ya no te quiero. Ha sido lo más fácil y difícil que he hecho hasta ahora.
Hemos vuelto al sexo, que en realidad es lo único que se nos da bien. Atropellado, torpe y frío, silencioso. A cada embestida era como ir guardando los adornos del árbol de Navidad en una caja, rítmico. Después ya hemos hablado de Robert de Niro por no hablar de nosotros, hemos reído un rato todavía.
Yo te guardaré los secretos, te guardaré a ti mucho tiempo aún. Has doblado la cabeza antes de irte y te he dado un golpecito en el hombre mientras encendía un pitillo. Voy a poner una lavadora y sacar pan del congelador. Es lo único que se me ha ocurrido decir en la despedida.
La ficción se basa siempre en la realidad, en este caso no es así. O al menos no en la propia biografía.


lunes, 19 de agosto de 2013

Gin tonic con sandía

Un homenaje al G4 por un verano estupendo

Castellón es turismo. Dicho así suena a anuncio de una agencia de cuarta o a un lema casposo de cualquier institución. Pero lo que quiero decir es que, aunque es un clásico que con la llegada de las vacaciones los políticos pongan tierra (y océanos) de por medio, no es menos cierto que este año detecto un cambio de tendencia: se apuesta por la tierra para hacer marca.

Agosto es vacaciones y, a falta de plenos, me he dedicado a recontar políticos. Como un monitor que cuenta a los niños antes de subir al autobús, pues igual. En mi experiencia, suele haber más noticias el 25 de diciembre que el 15 de agosto y llenar un periódico cuesta.

De ahí que la Generalitat pensara que enviar una nota revelando que la fruta favorita de los valencianos era la sandía fuera buena idea. Inocentes. Si hubieran hecho un estudio sobre las costumbres sexuales de los valencianos nadie les hubiera racaneado una apertura, pero la sandía… en fin.

De ahí que Ximo Puig aprovechara el día más taurino del año para anunciar que debería prohibirse tomar un gin tonic en Les Corts y resto de instituciones. Era una llamada de atención, lo sé, pero yo me dejo atrapar por lo frívolo para entretener al personal. No está el PSPV como para ir perdiendo simpatizantes y afiliados. Ahora que lo pienso, hace siete meses que tengo ésta columna y ni siquiera había mencionado a Puig.

Admito que yo bebía gin tonic mucho antes de que nos quisieran hacer creer que llenar de frutas (otra vez la sandía) o de pepino una bebida fuera algo normal. Más que nada porque no me gustan los refrescos y no es plan de beber Malibú con piña (eso sólo lo tomo en los conciertos de rock). La noticia de que Puig limite el consumo de gin tonic es una serpiente de verano, pero lo saqué a colación en una cena y capitalizó la conversación. La pena es que nadie supiera quien era el exalcalde de Morella.

Los políticos deben saber que serán recordados por una anécdota (como todos). Celia Villalobos por el hueso en el caldo, Arias Cañete por el yogur o Ana Botella por la imbecilidad de las peras y manzanas, por citar ejemplos ilustres. Puig ha sido dueño de casi todo Els Ports (políticamente hablando). Lo que no entiendo es que la gran habilidad que ha tenido para arrimar a los medios de su comarca a su doctrina no se le ocurra otra cosa que hacer ese anuncio.

Que hablen de mí aunque sea mal, habrá pensado. No sabe que para eso no hace falta mentar la ginebra, tiene un ramillete de socialistas dispuestos a disparar porque la familia del PSPV es como la familia Pajares. Puig ha sabido gobernar su mayoría absoluta política y mediática durante años en su casa, otra cosa es salir al gran océano de la política autonómica y visto lo visto, a palo seco.

Detrás ha dejado varios cadáveres políticos en la oposición a los que el PP ha ido colocando (léase Fran Medina) por la inmolación y tanto en un lado como en el otro siempre sean los mismos.

Pero volvamos al principio. A lo serio. Hay gente (mala gente, diría yo) que piensa que mi vida consiste en ir de cena en cena por lo que luego cuento aquí. Yo a lo mío: narrar lo que veo para pagar la hipoteca. Me pasó hace unos días que detecté a la diputada Marisol Linares cenando en la plaza del Mar del Grao con su yerno, Fito el de los Fitipaldis. Insistí en sentarme a la mesa de al lado por tener la columna resuelta, pero mis amigos, que también son periodistas, se negaron. Linares es infalible.

A cambio, mientras yo trabajo me han ido informando de todos los políticos que se iban cruzando en chiringuitos, playas y bares. De Rubén Ibáñez a mensajes de Andrea Fabra o Héctor Folgado. Lógico que luego la Diputación diga que cualquier partidita de pádel se convierte en un evento y calculen el impacto económico para la provincia, la provincia es un no parar y Javier Moliner la promociona en Twitter como si le fuera la vida en ello (y a veces se le cuela el resultado de puntos de una partida de cualquier juego del Iphone).
Ninguno de nuestros políticos es Humphrey Bogart que fue el único que se libró de una intoxicación durante el rodaje de ‘La reina de África’ porque no probó el agua y se hidrató con güisqui. Eso ya lo sabíamos, pero es mejor recordarlo, sus ocurrencias son el fruto de que, mientras ellos cobran, nosotros vamos a votar con la misma actitud con la que vamos a tomar una copa. Y así nos va.

Artículo publicado en Las Provincias el 19 de agosto

martes, 13 de agosto de 2013

Política en bañador

Es difícil encontrar tema para una columna en pleno agosto. Tranquilidad, ya saldrá. Decía Alberto Fabra en su visita esta semana a Castellón que la sanidad no descansa en vacaciones. Será lo único, pensé yo, porque lo que es la actualidad languidece en un bostezo quincenal.
Menos mal que siempre hay quien ofrece hielo para la fiesta. Es el caso de Moncofa que es como la Marbella chica de Castellón. Miento, es como aquel pueblo que inventó el Pocero porque más que turismo, en Moncofa uno se maravilla de encontrar urbanizaciones y carteles de ‘se vende’. Este municipio, feudo socialista, ha atravesado capítulos de surrealismo hormigonero.
Hubo un tiempo en que ser periodista especialista en urbanismo era un plus. Los titulares se reparcelaban y la actualidad de Moncofa vivía a golpe de apartamentos, tanto, que el Consell anunció que le iba a retirar las competencias en urbanismo al Ayuntamiento. Un anuncio que nunca llegó a cumplir (a ver sino qué hacía con Oropesa).
Pero con la llegada de la realidad el PSPV perdió su mayoría absoluta y tuvo que pactar con Compromís. Pero el pacto se ha deshecho porque se construyó deprisa, más que un alicatado de tercera. Todo esto lo cuento porque esta semana el PP de Moncofa, que nunca rasca bola, saltaba a la primera línea con una pirueta desafortunada.
Anunciaba que iban a presentar una moción de censura. No contaban, en cambio, con que no había con quien hacerla ya que Compromís ha decidido dar la espalda a los dos grupos mayoritarios. Entonces llegaba la rectificación (con el toque de atención del PP provincial que ha frenado la estrategia). Donde dijo digo, digo no.
La moción de censura es eso que todos los partidos condenan pero que todos intentan hacer a la mínima que pueden. Es la perversión de las reglas del juego, como los paraísos fiscales. Eduardo Paradís fue la elección del PP para los pasados comicios después de tantas legislaturas en el banquillo, pero tampoco. Ahora ha sido el que ha asumido los errores de la jugada fallida. Me cuentan que hubo quien en la ejecutiva local no tenía muy claro de qué iba la moción de censura pero votó que sí, por si acaso.
No hay noticias, o eso parece. Admito que el verano es una de mis épocas favoritas para cultivar una de mis aficiones: coleccionar las fotos ‘relajadas’ de nuestros políticos (la otra es la de declaraciones absurdas). A nada que uno se sale del guion, ahí estoy yo para archivarla. Es una afición que comparto con mi compañera Marta Hortelano y que, a lo tonto, vamos ampliando día a día.
Las fotos no las buscas, te llegan. Ejemplos: la inauguración de una piscina en Vila-real. Se trata de una obra emblemática porque ha costado mucho tiempo en terminarse pero lo último que esperaba es que el alcalde y diputado, José Benlloch, la inaugurara con todas las de la Ley.
El alcalde no dudó en colocarse un bañador amarillo y exhibir lo que tanto le cuesta esculpir en el gimnasio durante el invierno. No es el primero, otros alcaldes, entre ellos Alberto Fabra, no han dudado en fotografiarse en la piscina por una buena causa.
Dicen que las mejores páginas del periodismo español se escribieron en la Transición cuando periodistas y políticos compartían güisqui en el bar del Congreso. Ahora es difícil tomarte una copa con un político pero, si te descuidas, compartes toalla en la playa.
La consellera de Infraestructuras, Isabel Bonig, ha pasado unos días en Burriana. Allí me cuentan que ha intentado desconectar de todo, pero siempre había quien la paraba al reconocerla. Me chivan una frase enigmática que dijo “espero que cuando pase mi tiempo, sepa que ha llegado y me marche con dignidad”. Doy por hecho que se refería a irse de la política, no de la playa.
Bonig es la verdadera dama de la política de Castellón y atesora una de las carreras más exitosas en la provincia ya que, a su trabajo, se une su capacidad de empatía. Defensora a ultranza del neoliberalismo, es el reflejo de una nueva generación frente a otros que se han quedado en esperanza. Lo que más me gusta de ella es que igual te habla del AVE que de Ana Mato aunque vaya en biquini.

Artículo publicado en Las Provincias

miércoles, 7 de agosto de 2013

La muerte de un periódico

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos
 
Las 12.00 de la mañana de hoy hace siete meses. Suena el móvil y advierto que es la redacción. ¿Qué querrán?, pienso. Es mi jefe, uno de ellos. – Sé que es tu día libre pero, ¿puedes venir? Refunfuño pero enseguida reacciono. -¿Pasa algo? Me explica que sí, pero me lo tiene que decir cara a cara. ¿Es lo peor? –Sí, contesta.
Llego y me confirma que el periódico cierra, que han preferido que lo sepamos el 7 de enero y no el 24 de diciembre. Un detalle. Voy a la redacción donde se está a la espera del planillo y se buscan ideas con las que abrir el periódico. Cuando me ven saben que algo malo pasa.
Habrá que ir buscando fecha para ir a Londres. Es lo único que digo. Suspiros, parálisis. Me han hecho prometer que no puedo decir nada a mis compañeros hasta la tarde pero me niego a que esas personas que lo han dado todo vivan al margen de sus destinos. Siempre bromeamos con que sería bonito viajar todos juntos pero es imposible: siempre hay alguien en la redacción. Cuando acabe esto, solemos decir, nos vamos a Londres.
Luego todo se sucede. Nuestra casa casi tres años cierra. En realidad, pensamos, hemos estado con respiración asistida. Pasan dos cosas. La avalancha de gente que nos llama, nos envía un mensaje. Directores de otros medios (casi todos) nos dicen que hemos hecho un gran trabajo pese a no tener recursos.
Compañeros cercanos ni siquiera se despiden. Gente que ni nos saludaba nos da un abrazo. Jefes que nos llaman a los dos minutos de anunciarse el despido para darnos prisa: “¿pero ese tema lo escribes, no?”. Gente con la que hablas a diario opta por el silencio. Las mayores muestras de cariño vienen de fuera. Todo raro.
No ha sido fácil. No ha resultado fácil cubrir toda la actualidad: desde deportes a política, sucesos, economía, comarcas… Casi todo en contra. No ha sido fácil pero sí satisfactorio. Ni siquiera hacer un cuadrante de vacaciones (hasta siete horas ha llegado a costar). Hemos conseguido exclusivas, hasta que la competencia nos cite, algo insólito. Me sorprende la reacción: vamos a buscar los mejores temas para el último día.
Pero esto en verdad es un homenaje. Al periodismo y a mi gente, a esa complicada relación de amigos y empleados.
A Lucía Nos que me abrazaba, me ayudaba a ajustar planillos en los peores momentos, siempre sonreía y asumía el mando en mí ausencia y hacía cierres maratonianos. A Aitor Tezanos, que siempre sacaba un tema de debajo de las piedras, rápido, salvando crisis continuas, que venía a trabajar con la clavícula rota para no descuadrar las libranzas. A Andrea Vargas que se quedaba hasta la 1.00 preparando adelantos y trabajaba en días libres e imponía su trabajo a su vida personal, pasara lo que pasara. A Jose Ortuño, que sabiendo que al día siguiente estaba en el paro esperó al cierre para tener la mejor foto de portada y contrastaba hasta las comas.
A ellos, con los que siete meses después sigo quedando y hablando todas las semanas y pensando que se merecen lo mejor. Los cinco seguimos teniendo la misma sensación: nunca estaremos tan bien en un trabajo. A todos les debo una disculpa por una bronca injustificada en algún momento y, sobre todo, les debo gran parte de lo que soy y todo lo que fuimos.