El
final de año siempre se anima. Debe ser que la ausencia de noticias
convierte cualquier asunto en temazo e, incluso, cualquier chorrada
en noticiable. Eso y que los hay que siempre están dispuestos a dar
la nota.
En
realidad la principal noticia es que hubo valientes que el día de
Navidad también cenaron, pero esos son héroes anónimos: nunca
destacamos a los mejores porque ya se sabe que en este oficio nos van
las malas noticias.
En
Castellón siempre estamos dispuestos a dar la nota. Observen. El
Ayuntamiento de Castellón está intentando promocionar la naranja
como valor al alza y por eso han decidido enviar una caja de naranjas
a la Casa Real. La técnica no es nueva, las marcas de lujo regalan
pelucos, gafas, bolsazos y ropa a los famosos para que el pueblo (o
sea, nosotros) acabemos convencidos de que es justamente lo que
debemos comprar.
Pero
las naranjas como complementos a mí, personalmente, me han superado.
El envío se ha realizado con el objetivo de que los Reyes no tomen
este año uva en las campanadas y lo cambien por gajos de clementina.
Y con esto estoy siendo fiel a la realidad, no invento.
Parece
mentira que los que idearon la campaña no sepan algunos detalles: la
Familia Real no es la familia Alcántara y no se reúne para ver a
Igartiburu dando la matraca desde la puerta del Sol. Ellos esquían
en Baqueira, cazan elefantes, se piran a Londres de compras y
desaparecen de vacaciones como ha impuesto Letizia desde su llegada.
Se habrían podido ahorrar el sello.
La
armonía en la Familia Real debe ser como la que hay en Cantora, no
exagero, cada uno hará lo que le salga de la corona. Los años 90
pasaron y con ellos la inocencia nacional y los espumillones de los
árboles de Navidad. En mi casa, por ejemplo, nunca se escucha el
mensaje del Rey, yo creo que eso es algo que sólo interesa a los
pobres periodistas de guardia esa noche y a los aburridos. Los demás
nos entretenemos pelando gambas o calculando que el pavo esté en su
punto, aunque sea con alarmas en el móvil.
En
concreto se han enviado 20 bolsas con dos mandarinas cada una. Si
echamos cuentas, han pensado hasta en Urdangarín y hasta en Corinna,
que nadie se quede sin pelarla (la naranja) y en echar unas risas con
el cotillón.
A
todo esto hay noticias del aeropuerto. Tres empresas se han
presentado para gestionarlo y, no es que yo sea pariente de la Bruja
Lola, pero a mí no me cuadra ninguna de las ofertas. Habrá quien
crea que soy un malpensado (y acierta) pero es que yo he titulado en
varias docenas de ocasiones la solución final al aeropuerto, con
fechas del primer despegue y todo.
La
primera resulta ser Marina d’Or, cuyo presidente ya ha dicho que se
ha presentado pero no por gestionarlo, sino por animar un poco el
asunto, pero que mejor gane el concurso otro. Luego hay una empresa
canadiense (Lavalin) que parece ser no ha sido noticia por estar
vetada por el Banco Mundial por sus malas praxis. Por último hay un
grupo suizo del que no hay más detalles. Igual Bárcenas, con
amiguetes en Suiza, nos sabría decir.
Estas
tres propuestas tendrán hasta el 2 de enero para hacer efectiva la
documentación. Esperemos. Si he titulado varias veces que el
aeropuerto ya despegaba, ni les cuento el mes que estuve dando la
barrila sobre un inversor libio que luego hizo una cobra al Consell
y, si te he visto, no me acuerdo. Dicen nuestras autoridades (las que
no tienen un mes de vacaciones) que funcionará en 2014 y si es así,
allí estaremos para contarlo y en caso contrario, también.
Esta
semana la ciclogénesis (invento léxico para decir ventolera) se lo
ha llevado todo en la provincia, salvo las calorías. Javier Moliner
ha movido su ajedrez hacia la comarca de Els Ports anunciando
inversiones para la comarca y tratar de arreglar los desaguisados
antes anunciados. El PP proyectó en su día un gran museo de
dinosaurios pero el tema se quedó en una fiesta de presentación y
un dineral para los arquitectos. Está por ver si las nuevas promesas
cuajan en el interior. 2014 será el año de compulsarlo todo.
Artículo publicado en Las Provincias, 30/12/2013