martes, 24 de diciembre de 2013

La familia también es lo que eliges

Os lo prometí. Os quiero.
 
Siempre que uno habla de sus afectos puede incurrir en un olvido imperdonable. A mí me pasó hace poco, cuando hablé de lo que más echaba de menos y olvidé al G-4 de mi alma. Pero anoche, día 23, hablando con tres cuartas partes de este grupo llegué a una conclusión: familia es la que tienes, claro, pero también la que eliges.
Esa gente que la vida te va poniendo en el camino y que de repente forman parte de tu columna vertebral, de tu parte más interna. Hay amistades que son como respirar. Y eso me pasa con el G-4. Me explico: si en Nochebuena no tuviera familia, cenaría con ellos.
Todo empezó hace ahora diez años por un concierto que algunas aún quieren olvidar. Por entonces los cuatro (a saber: Karen Safont, Ana Artero, Roberto Marín y yo) cubríamos la información de Vila-real para nuestros medios. La amistad surgió detrás de los micros, las libretas, plenos tostonazos y una gris actualidad local (bostezo). De ahí dimos el salto a empezar a intimar y a las tres cenas, supimos que nuestras reuniones eran vistas con suspicacia.
No les faltaba razón (a los suspicaces). No se salvó ni uno y por el mantel de nuestras cenas pasaron todos para quedar mal retratados. Los que hacían presión para pedir nuestras cabezas a los directores y los que eran (y algunos lo siguen siendo) bastante hijos de puta (con perdón). Lo que pasa es que nosotros lo éramos más.
Hace no sé cuántos veranos se produjo un cambio vital. Al calor de la memoria despertada por la ginebra me levanté del sofá en una de las cumbres del G-4 y me puse frente a ellos. Abrí mi corazón y canté más que la Pantoja. Conté lo que es inconfesable porque todos tenemos un cajón escondido, pero  no en el G-4: a esas reuniones se va a tumba abierta y lo que no cuentas, te lo acaban descubriendo igual.
Las confesiones se enlazaron como un rosario de confidencias y nadie durmió. Y aún seguimos, contando, conociéndonos y con la sensación de que queremos que dure toda la vida. Porque en el G-4 ya no se habla de los demás, sólo se habla de nosotros. Hemos tenido invitados especiales (pocos) como nuestra madrina, querida y admirada María José, la única política que ha venidos a las reuniones, o Olga, ese encanto de mujer.
Cada vez que nos vemos se hace corto y siempre acabamos con la sensación de que la vida nos ha aparcado en este punto del que no queremos movernos. Os lo debía. Feliz Navidad.


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