Soy lo que he leído.
Más incluso de lo que he vivido y recuerdo grandes acontecimientos de mi vida
con un libro en mis manos. Quizá el ejemplo más evidente sea una tarde de
tormenta de agosto, no hará ni tres años, cuando estaba intentando entender
Hamlet por mi cuenta cuando sonó el teléfono.
En aquella rara tarde
de verano el teléfono gritó para anunciar desde el hospital la muerte anunciada
de un ser querido. –Nos han dicho que no hay nada que hacer, tres meses como
mucho. Y lo recuerdo como un momento trágico e insólito a la vez, cuando
alcanzaba el ‘ser o no ser’ y dejé resbalar el libro.
Todos los amores, el
sexo, la amistad, los trabajos, los despidos, las alegrías y las decepciones
las recuerdo por qué estaba leyendo en ese momento. Por eso explico esta lista
de mi vida. No es una recomendación, en un repaso a mi existencia y a la
sensación antigua de que cada vez cuesta más encontrar un libro que te cambie
la vida. No son los mejores, son los míos. Ahí va.
- Stephen King: Misery, El resplandor, It. Son los libros de mi
adolescencia cuando todo cambia. Novelas aparentemente sencillas pero que
no lo son y que me siguen llevando a cuando ir en bici no era una moda,
sino una alternativa. Estos libros y Manolito Gafotas forman parte de mi
educación.
- Isabel Allende:
Paula. Recuerdo que lo leí una Semana
Santa de los 90 y, no sé por qué, empecé a leerlo en voz alta ante mi
madre que acabó por apagar el fuego de la cocina para empezar a llorar.
Recuerdo un capítulo que empieza con “anoche Paula vino a mi cuarto”. Ese
fue el principio de mi obsesión por los escritores englobados en el
realismo mágico: García Márquez, Vargas Llosa y de ellos a Silvina Ocampo,
Gabriela Mistral, Dulce María Loinaz…
- Carmen Rigalt: Mi
corazón que baila con espigas. Fue la primera
novela adulta que leí, donde una mujer cuenta a través de lo cotidiano que
está siendo infiel a su marido con Leo, un hombre que la martiriza, lo que
fue un pronóstico. Además me llevó a Neruda.
- Mario Puzo: El
Padrino. Es mi película favorita. Las tres.
Por eso empecé la novela con miedo a la decepción y fue todo lo contrario.
- Lucía Etxebarria:
Amor, curiosidad, prozac y dudas. Fue un regalo de
mi cumpleaños de los 17 años y una forma distinta de descubrir cómo se
podían contar las cosas. No es un gran libro, la verdad, pero descubrí que
la literatura podía ser erótica y absurda. Por aquel entonces vivía una
historia llena de encuentros horizontales que eran como ir a una guerra y
se parecían mucho a la novela.
- Almudena Grandes:
Los aires difíciles. No es su mejor novela, pero
sí la que más impresionó por algo absurdo: en ella los personajes crean su
propia familia tras varias catástrofes. Juan Olmedo y Sara Gómez siguen
viviendo en algún sitio donde sopla el Levante. Gracias a ella encadené
varios libros de Galdós.
- Juan Marsé: Si te
dicen que caí. Es posiblemente mi escritor
favorito y sus libros, como los de Almudena, son un acontecimiento en mi
vida.
- Rosa Montero:
Lágrimas en la lluvia. Esta novela de ciencia
ficción debería ser obligatoria para vivir. Basada en una de mis películas
favoritas ‘Blade Runner’ (a su vez basada en un relato corto de Philiph k.
Dick) te sacude por dentro y todavía la sigo regalando por todo lo que
significa, así como ‘La ridícula idea de no volver a verte’.
- Emily Brontë:
Cumbres Borrascosas. Lo empecé con pereza porque
no tenía ni idea de qué iba a encontrar y se acabó convirtiendo en el
libro que me hubiera gustado escribir.
- Truman Capote:
Otras voces, otros ámbitos. Fue
su primera novela y la escojo por la influencia que tuvo en mi vida. Más
tarde llegó todo el resto, como ‘A sangre fría’. Capote y Tenneesse
Williams están en mis altares.
- Carmen Martín
Gaite: Entre visillos. Descubrí a Martín Gaite en la
radio y sigo releyendo sus novelas de forma aleatoria, como Caperucita en
Manhattan o Nubosidad Variable.
- Dostoyevski:
Crimen y Castigo. Al igual que con Plenilunio de
Muñoz Molina, las dos novelas han conseguido perturbarme y no dejarme
dormir, ni siquiera siestas. Es un libro aparentemente aburrido pero que
puede desquiciar a cualquiera, como el Drácula de Bram Stoker o
Frankenstein de Mary Sally.
- Harper Lee: Matar
un ruiseñor. Un libro que alguien olvidó en un
autobús y que ya he leído tres veces.
- Nabocov: Lolita. Nunca
un libro me produjo tal rechazo y fascinación. Debe ser el hecho de que el
protagonista se enamora de una niña pero lo cierto es que dio la vuelta al
sur de mi cuerpo.
- Torrente-Ballester:
Los gozos y las sombras. Igual que con
Galdós, empecé a leer esta trilogía por puro aburrimiento (no había libros
en casa) y acabó siendo parte de un invierno inhóspito.
Post de los de leer con libreta y boli ;)
ResponderEliminarMagnífico blog Alex