miércoles, 30 de octubre de 2013

Yo nunca me he acostado con usted (que recuerde)

Yo no me he acostado con usted. Al menos que recuerde porque todos tenemos un pasado y yo hay noches y camas que he olvidado. Lo digo porque no sé usted de dónde se ha sacado que yo, después de echar un polvo, tenga ganas de charleta.
Sí entiendo su libertad de expresión, como yo tengo la mía, que la defiendo a ultranza siempre, porque me va en la profesión, en mi adn de periodista. Pero déjeme que le cuente algo. No es el primero que trata de hacerme daño de una manera soez. Usted apenas sabe de mí, pero yo tengo a las espaldas bastantes años de curro en esto y varios políticos de esta provincia han movido hilos para que me echaran de mi puesto de trabajo. He tenido enfrentamientos con alcaldes, directores generales, asesores, concejales, cargos públicos importantes, de los que más.
Y de todos los colores políticos, le diré. Ya es raro que te vete un político del Bloc, pero a mí también me ha pasado, que lo sepa. Podría saberlo sólo con leerme en el periódico en el que ahora vivo, donde tengo una columna de media página de opinión todos los lunes. Sé que su economía no está muy boyante porque le han cortado el grifo, pero vale poco más de un euro, de verdad, y escribo muy bien.
Y ya es raro que no lo sepa. Con lo muchísimo que he escrito sobre la ejecutiva en la que usted está. Años, creo. Y me refiero a la familia socialista de Castellón donde tengo grandes amigos. Profesionales dignos a los que aprecio. Cualquiera que es alguien ha hablado conmigo alguna vez, si no lo hemos hecho, ya sabe por qué: debe usted ser nadie.
Tampoco sabrá que conozco a todos los viñetistas que trabajan en periódicos y que hacen obras de arte. Porque eso es un género de mi oficio. A usted nadie le conoce. Lo que más me ha molestado es que usted por cobardía se meta conmigo y no dispare a los de arriba. Sí le conocen, en cambio, muchos de sus compañeros de partido. Ninguno me ha hablado bien de usted. Ninguno. Le repito, ninguno. No reproduzco lo que me han contado porque no somos iguales. Sí le digo que yo puedo hablar cuando quiera con la máxima autoridad de su partido, usted no creo.
Usted puede llamar a la redacción de cualquier periódico, radio, televisión o medio digital y le dirán quién soy. En mi culo pelado de crónicas acumulo cagadas históricas y algún acierto. Pero resulta que ese es mi talento: el periodismo. Ahora acumulo jornadas de 15, 16 y 18 horas por cumplir con mis trabajos: cubrir la información de toda la provincia para uno de los principales periódicos de la Comunitat y, además, gestionar parte de la comunicación del Ayuntamiento de Onda, a través de redes sociales o de todo lo que mis compañeros necesiten. Es uno de mis grandes defectos: volcarme en todos los trabajos.
Ese debe ser mi pecado. En realidad es otro. Tal vez haya sido defender su medio de comunicación siempre y a los profesionales que usted tiene contratados, siempre. ¿Lo ha escuchado? Siempre.
Por último, ¿sabe una cosa? Todos los políticos que me han intentado echar de un trabajo han acabado cayendo. Algunos les he podido ver sentados en un banquillo (y contarlo) y otros derrotados por las urnas. Podría ser su caso aunque como nunca ha llegado a nada, no creo que pueda caer.
Me despido con una disculpa, querido, por si lo nuestro fue un polvo rápido en  un mal momento y no estuve a la altura. Todos hemos tenido un gatillazo o una etapa de eyaculación precoz. Lo lamento. Lo que sí le diré es que en la semana en que usted hace referencia en su viñeta no pude follar, básicamente por falta de tiempo.
Compañeros, muchos ya lo sabéis porque me habéis llamado. Quien quiera saber, tenéis mi móvil y mil formas de contactar conmigo.

lunes, 28 de octubre de 2013

La riqueza puede ser indecente


Si usted es de esas personas que se mosquean con el típico amigo que nunca lleva dinero suelto a la hora de pagar, o por que le debe su parte de un regalo, le va a interesar este artículo. Empiezo de esta forma tan misteriosa porque la ocasión lo merece. Porque el juicio a Carlos Fabra está a punto de acabar y de lo escuchado esta semana sigo asombrado, o sea.
Porque por lo relatado por los peritos de Hacienda y por los que el propio Fabra ha contratado para defender sus cuentas da vértigo. 81 cuentas de la familia, 17.000 movimientos investigados, 9,5 millones de euros (sí, sí, 9,5 millones) en ingresos en seis años, además 3,2 millones sin justificar, el chófer llevando sobres a ventanillas y directores de banco, 24 créditos, gastos superiores a los 6.000 euros en casinos de Marbella…
Dicho lo cual me sorprende que a los Fabra les preocupara que su hijo Borja no tuviera trabajo y que el propio Fabra se declarara hace poco simpatizante de los indignados porque el vástago estaba en paro. Me sorprende también que con ese nivelón Andrea Fabra siga cobrando el suplemento de 1.800 euros al mes por residir fuera de Madrid (es diputada por Castellón) pese a que vive en la capital de España, ya son ganas de dar que hablar (y cometer una estafa, permitida, pero estafa).
Su defensa dijo que era notorio que Fabra siempre llevaba dinero en el bolsillo. Mucho, se entiende. No las monedas sueltas que llevamos los periodistas para sacarnos un café en la maquinita de la Audiencia. Hace años, cuando el tema de los premios de Lotería estaban en pleno auge, uno de sus colaboradores me dijo que no, que Fabra gastaba mucho en juego y que él le había visto comprar todos los décimos que llevaba una lotera encima en Segorbe.
No me sirvió de consuelo, yo por no gastar siempre disimulo cuando llega la Navidad y el personal te insiste en comprar papeletas. Todo esto lo cuento porque la riqueza puede ser indecente, pero ser rico no es delito, pero sí una dolor estético y más en un cargo público. ¿Puede un señor recibir ingresos millonarios en efectivo y a la vez gestionar la vida pública de toda una provincia?
El asunto canta tanto que ni su abogado, Javier Boix, sabía por donde tirar ante dos titanes como resultaron ser los inspectores de Hacienda. Boix ya consiguió que se anularan las escuchas del caso Naseiro, también jugó bien las cartas en el caso de los trajes de Camps, pero en el grueso del caso Fabra ha flojeado porque, en realidad, había poco que hacer. Sin quererlo, el letrado dio pie al titular de la última jornada de juicio previa a las conclusiones: las operaciones de la familia Fabra son “de manual” en el blanqueo de dinero negro, como dijo el técnico Conrado Caviró.
No hay que olvidar que la Fiscalía pide ocho años de cárcel a Fabra por estos delitos y seis para su mujer, Desamparados Fernández. Los otros delitos, el cohecho y el tráfico de influencias, parece que son imposibles de demostrar. Por si acaso, las defensas ya han pedido rebajas en la pena por atenuantes tales como lo larga que ha sido la investigación.
Cambiando de tema, por cierto, el aeropuerto tiene goteras. Llegados a este punto creo que la solución es que venga uno de esos programas de Divinity que se dedica a convertir chabolas en casoplones a base de reformas. Sería una solución ante este invierno que no llega. A ver quien es el guapo que se resiste al titular de que el aeropuerto más famoso del mundo está inaugurado, sin aviones, pero con humedades.
Otro símbolo de la provincia es el de la estatua que inauguraron 30 políticos. Del artista Ripollés, (lógico) cayó por rachas de viento y ahí sigue, partida en dos en medio de una rotonda. Fue a principios de año y los seguros no se ponen de acuerdo para volver a levantar las toneladas de hierro que, por cierto, se dedicaba a las víctimas del terrorismo. No es mala metáfora para digerir lo que ha pasado esta semana con la liberación de etarras, la verdad.
Artículo publicado en Las Provincias el 28 octubre 2013

lunes, 21 de octubre de 2013

La amnesia fingida

Vísperas de mucho, días de nada. O algo así. Dirás que después de una semana en la que todo pasaba por Castellón, ahora se ha trasladado el foco a otras provincias y el aburrimiento acapara la vida con las cosas de siempre. Menos mal que el ‘Hola’ atestigua la boda Porcelanosa (a la vez que se agota en la provincia) porque si no, todo quedaría en un sueño.
Es un alivio que la Comunitat sigue tirando de glamour y haya decidido presentar a Cristina Tárrega como referente de la autonomía, que no es poco. Yo me quejo porque puestos a rascar, hay otros famosos castellonenses que también están a la altura de la sin par Cristina. Sólo hay que ver la nueva edición del teatrito ‘Quien quiere casarse con mi hijo’, que fabrica famosos en cinco semanas, y entre cuyos aspirantes hay varios de Castellón e incluso uno de ellos posa con una camiseta del ‘Aeroport de Castelló’. Ese es el nivel.
Por cierto que el aeropuerto ha dado un paso al frente, y no me refiero a la externalización del servicio, sino a la imagen. Hasta ahora si uno entraba en la web se encontraba con todo tipo de detalles, desde la inauguración a recortes de prensa. De eso ya no queda nada. El dominio sigue registrado pero sin apenas contenido, un vuelco cibernético que representa lo que ahora es: nada.
Esta semana el PP de Castellón ha seguido sumergido en el conflicto del proyecto Castor. Siempre he defendido que las personas tienen derecho a cambiar de opinión (qué aburrimiento, si no) pero una cosa es eso y otra, la amnesia fingida. Me explico: todo apunta a que el proyecto Castor fue un ‘regalo’ del Gobierno Zapatero a la firma de  Florentino Pérez dadas las condiciones que se pactaron, pero de eso hace ya tiempo, y quien acabó de otorgar los permisos fue el Ejecutivo de Rajoy.
De ahí que no valga de nada atacar al socialismo como cuna de las siete plagas en Castellón. Los terremotos se han relajado (o eso parece) pero más que lava han sacado a la luz las vergüenzas del sistema energético español. Hasta en el gas había burbuja económica alimentada por las facturas de todos nosotros.
Varios empresarios de la provincia han estado alertando de lo que implica el proyecto Castor: más costes a repartir y un elemento innecesario.
La amnesia, ya digo, hay veces que uno no se la cree. Como en la mayoría de los que testifican en el juicio a Carlos Fabra. Esta semana hubo una testigo que incluso negó conocer a una de las imputadas para luego desdecirse tras preguntarle el fiscal cómo era posible que si no la conocía, abriese su tienda un día festivo para ella. “Ahora lo recuerdo”, dijo tan pancha.
Como el propio Juan Costa que negó ser amigo de Fabra por un “le tengo respeto profesional”. Pues vaya, a ver quién luchó para que fuera ministro y quien trabajó con Andrea Fabra. Los Costa y los Fabra se conocen de siempre y el ahora juzgado siempre ha aupado a ambos hermanos a lo más alto.
El juicio hay momentos que suena a choteo, la verdad. No lo digo yo, lo dice todo el que se pasa un día por el juzgado. A veces hasta a Fabra le entra la risa. La parte buena es que ha llegado una fiscal nueva que trata de saber con su principal arma: las preguntas.
A todo esto la patronal cerámica ha celebrado elecciones y ha elegido a Isidro Zarzoso, industrial histórico de Castellón, como nuevo presidente. Por delante le queda una lucha inmensa: pelear por hacer entender al Gobierno que no es viable el aumento de costes energéticos a no ser que quieran laminar una de las principales industrias de la Comunitat e Italia, e incluso China y Brasil, ganen la partida. No sería raro, ya ha pasado con el calzado, el textil y tantas y tantas industrias de la Comunitat que se han quedado en un recuerdo y un suspiro constante de lo que fuimos.
Es una de las principales diferencias dentro del mundo empresarial nacional. Los hay que tratan de producir y generar puestos de trabajo contra viento y marea y otros buscan beneficios amparados por legislaciones abusivas, como ha pasado en el Castor.

lunes, 14 de octubre de 2013

Alfombra roja

Si hay algo que me guste de verdad es contar lo que no se ve, las tripas de los actos a los que acudo. Una cosa es la crónica oficial de los hechos y, otra, estar entre fogones bien sea en el juicio a Carlos Fabra, en la boda de María Colonques o pisando sobre terremotos en Vinaròs.
Durante muchos años he sostenido que en Castellón siempre pasa nada, pero los hechos me desmienten y mi portátil y mi moleskine me están pidiendo a gritos un día libre porque no dan abasto. Por partes.
El juicio a Fabra se ha convertido en un paseo en barca. Como suele pasar, tras la expectación de los primeros días, ahora a las vistas ya acudimos los de siempre, los periodistas que siempre hemos cubierto la actualidad política en la provincia. A Fabra se le está allanado el camino porque hasta el momento nadie recuerda nada y, los que tiran de memoria, refuerzan su defensa.
A ello se le une que la acusación popular a veces llama a declarar a testigos a los que luego no interroga y que el fiscal pregunta poco. Sólo la abogada del Estado muerde un poco, demostrando a veces cierto hartazgo de los “no recuerdo” o “no le puedo decir”. Los hay absurdos, como una testigo que daba igual lo que le preguntaran. Ella sólo respondía “es que yo soy asesora parlamentaria, eso no entraba en mis funciones”. A veces parece que no recuerden ni su nombre.
De ahí que los recesos del juicio sean un filón ya que los periodistas nos mezclamos con los imputados en el baño, en los pasillos, en la cafetería o en el ascensor. El viernes, por ejemplo, mientras Carlos Fabra compartía confidencias con Víctor Campos, su exmujer, Mampa, aprovechaba para tomarse un cortado en la mesa contigua a la mía. En la otra, Montserrat Vives con su abogado y en otra, Javier Boix y su hija.
La exmujer de Fabra está tranquila y acude todos los días ante el juez como quien pasea por la alfombra roja. Siempre impecablemente vestida y recién salida de la peluquería con una educación extrema y saluda a los medios con una sonrisa y se disculpa cuando, por ejemplo, impide el paso a alguna cámara. Las cosas se han relajado tanto que la Guardia Civil estuvo a punto de introducir al esposado Vicente Vilar por error en la sala de prensa, que está al lado de donde se desarrolla el juicio.
El juicio está siendo lo esperado y sólo la parte de los delitos fiscales pueden deparar alguna sorpresa porque hasta el momento, del tráfico de influencias y del cohecho, ni una declaración que lo atestigüe.
Del juicio a Fabra a la boda del año y con la acreditación al cuello. El viernes la localidad de Vila-real se echó a la calle para ver el desfile de famoseo por la alfombra roja. No era para menos, se casaba María Colonques en una boda de cuento de hadas en la iglesia Arciprestal. Imaginaba gente a las puertas del templo, pero no tanta. Es curioso que actos sociales muevan a más gente que cualquier manifestación por los recortes, por ejemplo.
La familia de Porcelanosa reservó un espacio para los medios y estuvo atenta a todas las necesidades de los periodistas, desde chivar modistos a nombres de invitados. La firma de azulejos no sólo es líder mundial por su calidad y diseños, sino por cuidar los detalles hasta el extremo.
Los medios, a las puertas de la iglesia, sabíamos que algún famoso se aproximaba por los vítores que se escuchaban a lo lejos. La euforia popular se desataba con gritos de ‘guapa’ a la duquesa de Alba (no miento) y el rumor de ‘qué delgada’ al paso de Isabel Preysler y todos sus hijos. La ceremonia era por la noche, de ahí la ausencia de tocados y la llegada de vestidos de fiesta. Si los Globos de Oro son un anticipo de los Oscars, lo del viernes fue un anticipo de cualquier boda real.
Invitados con vestidos escoceses, toreros, alta sociedad mezclada con gente de Vila-real de toda la vida porque tanto los Colonques como los Soriano nunca han dejado de tener los pies en el suelo y manejan su imperio desde la sencillez.
El pueblo llano reclamaba a los medios que nos fuéramos para ampliar el campo de visión y sólo lanzaban cariños a Jesús Mariñas, que se enfrentaba al resto de medios para que nadie le tocara, mientras el resto nos agachábamos para que los fotógrafos tuvieran el mejor encuadre. Despedimos conexión.
Artículo publicado el 14 octubre 2013 en Las Provincias

miércoles, 9 de octubre de 2013

La denuncia falsa

Dedicado a los compañeros que por la crisis deberían estar cubriendo el juicio
 y no han podido hacerlo
 
Y Carlos Fabra se sentó en el banquillo. Durante años, diez concretamente, las agendas del periodismo provincial han estado marcadas por lo que al final ha pasado esta semana, que el juicio al exlíder del PP de Castellón comenzara y lo ha hecho sin defraudar, como siempre ha sido desde el inicio de este rocambolesco caso.
Pero el gran protagonista ha sido el hombre que destapara el caso, Vicente Vilar, quien denunció que Fabra le cobraba cantidades millonarias a cambio de interceder en favor de sus empresas. Lo hizo con pruebas, documentos y una puesta en escena agresiva, dando entrevistas a destajo y con un discurso combativo.
Ahora el de Artana ha decidido recular. La ficción se empeña en parecerse al caso Fabra, porque también en la segunda entrega de ‘El Padrino’ ocurre algo semejante, cuando Michael Corleone está acusado de ser el capo de la Mafia en Nueva York y en el último momento, el único testigo, Frankie Pentangeli, se desdice por honor ante un tribunal descolocado.
Más tarde, Pentangeli acaba por suicidarse en la bañera en una brillante escena que se convierte en una de las mayores explicaciones de cómo funciona la Mafia y el honor: la inmolación como pago a la traición que se remonta a la primera civilización romana. Mientras Corleone va cayendo en un infierno del que no podrá salir y sus ojos se van enlutando de manera paralela a cómo debe ordenar matar a su hermano, por ejemplo.
El cambio de versión de Vilar ha creado un nudo en la acusación de tráfico de influencias y cohecho y todo apunta a que detrás puede estar el hecho de que le queda muy poco para disfrutar del tercer grado. Si acusa a Fabra, se acusa a él y en seis años entre rejas ha tenido mucho tiempo para pensar.
Pero ya me advierten algunos abogados del caso Fabra. Una vez termine el proceso, se presentará una denuncia contra Vilar por denuncia falsa. Mientras, a mí siempre me quedará la sensación de que sólo nos hemos enterado de una décima parte de todo lo que subyace en este caso porque mucha gente habla y cuenta, todo el mundo sabe, pero nadie tiene pruebas.
El caso Fabra es casi milimétrico en muchos aspectos a otros grandes juicios. El papel de las mujeres, en concreto de la exesposa de Fabra, por ejemplo. Ella afirma que dio un poder a su marido en los años 80 y que no se enteraba de nada. Como la infanta Cristina, Ana Mato o Isabel Pantoja.
Debe ser que procedo de un entorno de mujeres muy avispadas que pasan cuenta de todo y recuerdan quién les ingresa dinero en sus cuentas. El resto recordamos con exactitud hasta la primera nómina y la única correspondencia que recibimos son facturas de la luz y de la hipoteca, unos raros vaya.
La tercera imputada, Montserrat Vives, apareció en el juicio para asegurar que en su empresa todo el mundo sabía hacer su firma y por eso no era capaz de asegurar que una carta enviada a José María Aznar estuviera rubricada por ella. Su abogado me explica que Vives no puede comprarse ropa y llegó con el mismo traje que guarda desde hace años, cuando se llevaban los trajes azules con rayas blancas.
Aseguran que la exesposa de Vilar vive de la caridad y su declaración no se apartó de lo que siempre ha dicho: que es una víctima en manos de su exmarido.
Y luego está Miguel Prim, un exsenador al que nadie recordaría si no fuera por su imputación y que la UCE ha conseguido llevar al banquillo. Un hombre técnico que aportó la declaración más clara frente a la levedad del fiscal, que resumió en 40 minutos los diez años de investigación a Carlos Fabra.
Sin embargo, la acusación ya recuerda que “por una declaración no se imputa a nadie, ha habido detrás una investigación con pruebas e indicios”.
Al juicio hay añadirle unas gotas de circo, como suele pasar en estos casos. Vilar ya acudió al juicio por violación con una novia rumana a la que exhibió y en su declaración no dejó de introducir elementos como “es que Carlos y Mampa siempre estaban viviendo crisis matrimoniales” o “el problema, señor juez, es que yo me fui con una brasileña y se armó una ensalada en mi familia” como justificación a todo el proceso.
Ahora todo se centrará en los delitos fiscales del matrimonio Fabra porque el tráfico de influencias y el cohecho son muy difíciles de demostrar. Y luego, una vez se sepa la sentencia, vendrán los recursos. Hay juicio para rato y testigos para aburrir pero la gran sensación que ya reina es que todo acabará en nada. Habrá que esperar.
 
Artículo publicado en Las Provincias el 7 octubre 2013