miércoles, 9 de octubre de 2013

La denuncia falsa

Dedicado a los compañeros que por la crisis deberían estar cubriendo el juicio
 y no han podido hacerlo
 
Y Carlos Fabra se sentó en el banquillo. Durante años, diez concretamente, las agendas del periodismo provincial han estado marcadas por lo que al final ha pasado esta semana, que el juicio al exlíder del PP de Castellón comenzara y lo ha hecho sin defraudar, como siempre ha sido desde el inicio de este rocambolesco caso.
Pero el gran protagonista ha sido el hombre que destapara el caso, Vicente Vilar, quien denunció que Fabra le cobraba cantidades millonarias a cambio de interceder en favor de sus empresas. Lo hizo con pruebas, documentos y una puesta en escena agresiva, dando entrevistas a destajo y con un discurso combativo.
Ahora el de Artana ha decidido recular. La ficción se empeña en parecerse al caso Fabra, porque también en la segunda entrega de ‘El Padrino’ ocurre algo semejante, cuando Michael Corleone está acusado de ser el capo de la Mafia en Nueva York y en el último momento, el único testigo, Frankie Pentangeli, se desdice por honor ante un tribunal descolocado.
Más tarde, Pentangeli acaba por suicidarse en la bañera en una brillante escena que se convierte en una de las mayores explicaciones de cómo funciona la Mafia y el honor: la inmolación como pago a la traición que se remonta a la primera civilización romana. Mientras Corleone va cayendo en un infierno del que no podrá salir y sus ojos se van enlutando de manera paralela a cómo debe ordenar matar a su hermano, por ejemplo.
El cambio de versión de Vilar ha creado un nudo en la acusación de tráfico de influencias y cohecho y todo apunta a que detrás puede estar el hecho de que le queda muy poco para disfrutar del tercer grado. Si acusa a Fabra, se acusa a él y en seis años entre rejas ha tenido mucho tiempo para pensar.
Pero ya me advierten algunos abogados del caso Fabra. Una vez termine el proceso, se presentará una denuncia contra Vilar por denuncia falsa. Mientras, a mí siempre me quedará la sensación de que sólo nos hemos enterado de una décima parte de todo lo que subyace en este caso porque mucha gente habla y cuenta, todo el mundo sabe, pero nadie tiene pruebas.
El caso Fabra es casi milimétrico en muchos aspectos a otros grandes juicios. El papel de las mujeres, en concreto de la exesposa de Fabra, por ejemplo. Ella afirma que dio un poder a su marido en los años 80 y que no se enteraba de nada. Como la infanta Cristina, Ana Mato o Isabel Pantoja.
Debe ser que procedo de un entorno de mujeres muy avispadas que pasan cuenta de todo y recuerdan quién les ingresa dinero en sus cuentas. El resto recordamos con exactitud hasta la primera nómina y la única correspondencia que recibimos son facturas de la luz y de la hipoteca, unos raros vaya.
La tercera imputada, Montserrat Vives, apareció en el juicio para asegurar que en su empresa todo el mundo sabía hacer su firma y por eso no era capaz de asegurar que una carta enviada a José María Aznar estuviera rubricada por ella. Su abogado me explica que Vives no puede comprarse ropa y llegó con el mismo traje que guarda desde hace años, cuando se llevaban los trajes azules con rayas blancas.
Aseguran que la exesposa de Vilar vive de la caridad y su declaración no se apartó de lo que siempre ha dicho: que es una víctima en manos de su exmarido.
Y luego está Miguel Prim, un exsenador al que nadie recordaría si no fuera por su imputación y que la UCE ha conseguido llevar al banquillo. Un hombre técnico que aportó la declaración más clara frente a la levedad del fiscal, que resumió en 40 minutos los diez años de investigación a Carlos Fabra.
Sin embargo, la acusación ya recuerda que “por una declaración no se imputa a nadie, ha habido detrás una investigación con pruebas e indicios”.
Al juicio hay añadirle unas gotas de circo, como suele pasar en estos casos. Vilar ya acudió al juicio por violación con una novia rumana a la que exhibió y en su declaración no dejó de introducir elementos como “es que Carlos y Mampa siempre estaban viviendo crisis matrimoniales” o “el problema, señor juez, es que yo me fui con una brasileña y se armó una ensalada en mi familia” como justificación a todo el proceso.
Ahora todo se centrará en los delitos fiscales del matrimonio Fabra porque el tráfico de influencias y el cohecho son muy difíciles de demostrar. Y luego, una vez se sepa la sentencia, vendrán los recursos. Hay juicio para rato y testigos para aburrir pero la gran sensación que ya reina es que todo acabará en nada. Habrá que esperar.
 
Artículo publicado en Las Provincias el 7 octubre 2013

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