Dedicado a los compañeros que por la crisis deberían estar cubriendo el juicio
y no han podido hacerlo
Y Carlos Fabra se sentó en el banquillo. Durante
años, diez concretamente, las agendas del periodismo provincial han estado
marcadas por lo que al final ha pasado esta semana, que el juicio al exlíder
del PP de Castellón comenzara y lo ha hecho sin defraudar, como siempre ha sido
desde el inicio de este rocambolesco caso.
Pero el gran protagonista ha sido el hombre que
destapara el caso, Vicente Vilar, quien denunció que Fabra le cobraba
cantidades millonarias a cambio de interceder en favor de sus empresas. Lo hizo
con pruebas, documentos y una puesta en escena agresiva, dando entrevistas a
destajo y con un discurso combativo.
Ahora el de Artana ha decidido recular. La ficción
se empeña en parecerse al caso Fabra, porque también en la segunda entrega de
‘El Padrino’ ocurre algo semejante, cuando Michael Corleone está acusado de ser
el capo de la Mafia en Nueva York y en el último momento, el único testigo,
Frankie Pentangeli, se desdice por honor ante un tribunal descolocado.
Más tarde, Pentangeli acaba por suicidarse en la
bañera en una brillante escena que se convierte en una de las mayores
explicaciones de cómo funciona la Mafia y el honor: la inmolación como pago a
la traición que se remonta a la primera civilización romana. Mientras Corleone
va cayendo en un infierno del que no podrá salir y sus ojos se van enlutando de
manera paralela a cómo debe ordenar matar a su hermano, por ejemplo.
El cambio de versión de Vilar ha creado un nudo en
la acusación de tráfico de influencias y cohecho y todo apunta a que detrás
puede estar el hecho de que le queda muy poco para disfrutar del tercer grado.
Si acusa a Fabra, se acusa a él y en seis años entre rejas ha tenido mucho
tiempo para pensar.
Pero ya me advierten algunos abogados del caso
Fabra. Una vez termine el proceso, se presentará una denuncia contra Vilar por
denuncia falsa. Mientras, a mí siempre me quedará la sensación de que sólo nos
hemos enterado de una décima parte de todo lo que subyace en este caso porque
mucha gente habla y cuenta, todo el mundo sabe, pero nadie tiene pruebas.
El caso Fabra es casi milimétrico en muchos aspectos
a otros grandes juicios. El papel de las mujeres, en concreto de la exesposa de
Fabra, por ejemplo. Ella afirma que dio un poder a su marido en los años 80 y que
no se enteraba de nada. Como la infanta Cristina, Ana Mato o Isabel Pantoja.
Debe ser que procedo de un entorno de mujeres muy
avispadas que pasan cuenta de todo y recuerdan quién les ingresa dinero en sus
cuentas. El resto recordamos con exactitud hasta la primera nómina y la única
correspondencia que recibimos son facturas de la luz y de la hipoteca, unos
raros vaya.
La tercera imputada, Montserrat Vives, apareció en
el juicio para asegurar que en su empresa todo el mundo sabía hacer su firma y
por eso no era capaz de asegurar que una carta enviada a José María Aznar
estuviera rubricada por ella. Su abogado me explica que Vives no puede
comprarse ropa y llegó con el mismo traje que guarda desde hace años, cuando se
llevaban los trajes azules con rayas blancas.
Aseguran que la exesposa de Vilar vive de la caridad
y su declaración no se apartó de lo que siempre ha dicho: que es una víctima en
manos de su exmarido.
Y luego está Miguel Prim, un exsenador al que nadie
recordaría si no fuera por su imputación y que la UCE ha conseguido llevar al
banquillo. Un hombre técnico que aportó la declaración más clara frente a la
levedad del fiscal, que resumió en 40 minutos los diez años de investigación a
Carlos Fabra.
Sin embargo, la acusación ya recuerda que “por una
declaración no se imputa a nadie, ha habido detrás una investigación con
pruebas e indicios”.
Al juicio hay añadirle unas gotas de circo, como
suele pasar en estos casos. Vilar ya acudió al juicio por violación con una
novia rumana a la que exhibió y en su declaración no dejó de introducir
elementos como “es que Carlos y Mampa siempre estaban viviendo crisis
matrimoniales” o “el problema, señor juez, es que yo me fui con una brasileña y
se armó una ensalada en mi familia” como justificación a todo el proceso.
Ahora todo se centrará en los delitos fiscales del
matrimonio Fabra porque el tráfico de influencias y el cohecho son muy
difíciles de demostrar. Y luego, una vez se sepa la sentencia, vendrán los
recursos. Hay juicio para rato y testigos para aburrir pero la gran sensación
que ya reina es que todo acabará en nada. Habrá que esperar.
Artículo publicado en Las Provincias el 7 octubre 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario