A diferencia de la
mayoría de la gente, yo busco a propósito la telebasura. Lo hago para que no me
pase como a esos que dicen que se la encuentran haciendo zapping, llámame
previsor. También soy un defensor de la cultura pop, más allá de Andy Warholl,
y creo que todo lo que nos rodea nos influye, aunque algunos se empeñan en
negarlo.
Si en mi periódico
fueran listos, ya hace tiempo que me hubieran puesto en bandeja una sección
veraniega. Yo me imagino con un portátil sentado viendo el mar de Marbella, con
pespuntes de espuma. Yo estaría oculto bajo unas Ray-Ban largando todo lo que
viera. A gastos pagados, mi cultura social es inmensa y quedaría reflejada en
crónicas con sabor a coca-cola y pollo al ast. Sin ir más lejos, mi nuevo sueño
no es conocer Tánger, sino el ático de Chipiona de Amador.
Carmina
Ordóñez: La mujer que vivió pegada a una melena. Durante años
Ordóñez fue elegida la mujer más odiada de España porque nadie le perdonaba
vivir sin dar un palo al agua. Sus esfuerzos se centraban en lavarse los pies
con cerveza en el Rocío. Cuando murió ya se habían hecho tantas autopsias sobre
su vida que los cirujanos no encontraron piel sobre la que meter el bisturí.
Representante de un era, de su propia marca macilenta, de sábanas aireadas en
su propio negocio. A mi plin, yo soy Ordóñez Dominguín. La muerte de Carmina
alcanzó cuotas de muerte papal y se convirtió en un claro ejemplo de que la
prensa rosa actúa como los sueños: mata a los vivos y resucita a los muertos.

Ana
Obregón: En los años 80 y 90 empezaba el verano con su
posado en la playa. Ahora el verano comienza con la llegada de las sandías,
antes con los melones de Obregón. Sin ser guapa, ni tener buen cuerpo, ni saber
hacer nada bien, el posado era la excusa para mostrar la desnudez de la
estulticia. El caso es que ella siempre ha creído ser guapa, inteligente y tener
talento. Obregón llegó antes que Paris Hilton y después que Granujita Diaz y
combina cosas de los dos mundos, desatando los deseos de ser rubia, un objeto
del deseo embarrado.

Sofía
Mazagatos: De Sofía tres momentos. Uno: Acudió a la
presentación de un libro de Vargas Llosa y tras preguntarle si era seguidora
del insigne escritor, dijo: “Le sigo mucho, pero nunca he tenido la suerte de
leerle”. Doy por hecho que le seguía al Pryca, al notario o a la farmacia. Dos:
Antes de comenzar una entrevista reclamó la presencia del periodista para
quejarse “tengo hambre… a nivel bocadillo”. Tres: Una entrada triunfal en un
plató de televisión donde la presentadora le dijo “Sofía, qué guapa estás en
persona!”. Ella aceptó el reto con un “sí, yo también me gusto cuando me veo en
persona (humana)”.
Jesús
Gil:
Alias Mobi-Gil en alusión a la ballena Mobi-Dick. Que Gil fuera alcalde por
aclamación fue bastante para que nos hiciéramos una idea de lo que venía. La burbuja
inmobiliaria, la corrupción, la prevaricación y el sobrepeso los inventó Gil y
Gil, metido en un jacuzzi con jacas en bikini y una cadena de oro. La muerte
del primer Torrente nos evitó ver a los Urdangarines chanchulleando en Marbella
y su ejemplo de cómo forrarse se ha extendido como el chapapote. Cuando a Gil
le condenaban a años de trena el pueblo salía en manifestaciones para pedir un
indulto. Como ahora.

Carmen
Martínez-Bordiu: Durante años Martínez-Bordiu se
declaraba franquista por herencia familiar. España es un país raro donde la
Transición hizo olvidar el pasado: si lo que recuerdas hace daño, no recuerdes.
En todos los países, tras la muerte de un dictador su familia acaba exiliándose
por presión moral, el peso de los muertos sobre sus hombros. En España siempre
es al revés. Martínez-Bordiu ha sido la generalísima de las portadas del Hola!.
Ella siempre ha estado dividida en dos: una cabeza franquista y un coño
democrático.
Granujita
Díaz:
Con la muerte de Sara Montiel, Marujita ha pasado a semifinales. Vive de las
joyas y la fortuna que hizo cuando las folclóricas eran como ahora es Cristiano
Ronaldo y sólo sale de casa cuando se tiene que disfrazar de entierro. Ha
estado en más exequias fúnebres que en carteles de películas.
Bárbara
Rey:
La domadora es la inventora de Twitter. Años antes de que la red social
propagara el rumor, ella supo acertadamente envolver su vida con un amante
poderoso al que había grabado. No me lo creo. Si sabemos el verdadero papel de
Corina o la afición de Juan Carlos I por los elefantes, ¿Por qué nadie le
pregunta abiertamente?
Julio
Iglesias: En los años 80 Julio posaba con un albornoz blanco
y miraba su frente quemada en el reflejo de las piscinas de Miami. Iglesias ha
sido durante años el ejemplo de la tontería, del Photoshop que arranca los
pliegues de sus orejas, el pionero de las hombreras y las americanas cruzadas.
Junto a él mitos como Baltiare, Chábeli, Julay José, la propia Preysler. Llamó
a su perro Hey y arrasó entre los chinos con una sonrisa embalsamada.

Elena
de Borbón: La exinfanta de limón. Durante años ha tenido que
soportar que toda España piense que tiene un retraso. Por comparación siempre
ha sido la infanta fea, la tonta. Cristina, investigada ahora por presunto
trinque, era la guapa, la lista. Mientras nos resignábamos veíamos a Estefanía
y Carolina como ejemplos. Pero España es como Mónaco. Ella misma, según su
biógrafa, es consciente de los rumores, de su parecido con las Meninas, de la
maldita herencia de los borbones que trajo a España la reina Victoria Eugenia.
Su aportación han sido lagrimones en Barcelona 92, más recordados que Cobi.
Caritina
Goyanes: Cuando la hermana de Caritina, Carla, se enrolló
con Francisco Rivera, Eugenia Martínez de Irujo (ex del torero) tuvo un desliz
y fue grabada a traición. Dijo “Carla tiene una hermana gorda a la que la
familia esconde por vergüenza”. Fue titular de portada de Lecturas el mismo día
en que Caritina aterrizaba de Londres y los periodistas el preguntaban: ¿es
verdad que tu familia se avergüenza de ti por ser gorda? Yo pensaba en
Caritina, en sus amigos, en sus lorzas que escondían la bondad entre sus
pliegues. Su triunfo fue hacer de la obesidad virtud, crear una empresa de
catering y reconocer que no puede hacer dieta porque tiene que probar las
croquetas. Su Instagram es un buffet libre de buen rollo que cotiza al alza,
como la grasa trans.

La lista podría seguir
con Elsa Pataky que tiene dos películas buenas (pero las ha dejado a un colega
y no se las devuelve), con Campanario, Carmen Lamona, Belén Esteban, Sofía de
Grecia, Isabel Pantoja, Ricardo Bofil o Franscisco Rivera, pero ya habrá una
segunda parte.
Gracias a Carmen Rigalt por el concepto de 'idiotas favoritas' y por tantas crónicas veraniegas.