lunes, 18 de agosto de 2014

Un bloody mary con Lauren Bacall

Disfrutemos mientras podamos compañeros
 
El verano se extiende como una mancha de alquitrán hirviendo. Un mazacote pegajoso que tapa titulares y la actualidad queda inamovible bajo un cemento de vacaciones y teléfonos apagados. Es lo que tiene trabajar en agosto, ese mes en que hasta los corruptos descansan.

En realidad agosto es el mes de la génesis para los titulares que luego nacerán a lo largo del año y se irán destapando a golpe de investigación judicial. Agosto fue el mes en que Urdangarín conoció a Matas, por poner un ejemplo. Con media Comunitat descansando (y la otra, también), para escribir una columna sólo queda una opción: aparcar el portátil y coger una colchoneta.

Este verano en Castellón la actualidad se ha focalizado en uno de los locales más míticos de Benicàssim. El hotel Voramar, una villa histórica asentada sobre la arena de la playa, ha venido a ser el punto neurálgico de la realidad y una concentración de negritas. Peñíscola es la verdadera joya del turismo, pero el poder se concentra en Benicàssim que aterriza una vez se ha despejado la ciudad de ‘fibers’.

El empresariado y los políticos siguen apostando por Benicàssim y la urbanización Platgetes de Oropesa. Poco más. El relevo generacional no cuenta. Los días se suceden e igual un imputado se lleva a toda la familia a Acuarama.

El Voramar se construyó hace dos siglos pero no fue hasta 1930 cuando un grupo selecto de turistas consideró que era idóneo para convertirse en un club social. Esta villa es la punta del iceberg del colorín local y se aposenta iluminada con farolas barrocas que parecen extrañas algas. Hasta Hemingway se dejaba caer por allí y sólo durante la Guerra Civil detuvo su acelerada vida social para convertirse en hospital de los caídos en la batalla de Teruel.
 

Tal vez anestesiado por este verano con sabor a pistacho, en mi imaginación llegué a creer que Lauren Bacall y Bogart se habían tomado un bloody mary en su terraza, pero los camareros me sacaron del espejismo: ni eso ni nada por el estilo consta en acta.
 

A falta de noticias, el Voramar viene bien. Por allí han ido desfilando los poderes públicos. Si todos los planetas giran alrededor del sol, todos los populares lo hacen en torno a Alberto Fabra, cuya residencia vacacional está en Benicàssim.

De ahí que no sea raro encontrarse un coche oficial en la puerta del mítico hotel con un impertérrito chófer con gafas de sol, traje y sudando gotas de agua por el tubo de escape. Dentro puede encontrase uno a cualquiera o a González Pons desayunando, a la espera de reunirse con Fabra.

Más ejemplos. Vicente Rambla y Manuel Cervera coincidían en Benicàssim el sábado por la mañana y, aunque estaban en mesas cercanas, ni se saludaron. Los dos iban con el uniforme de político de verano. Mis compañeros Roberto Marín y Laura Muñoz me tienen al tanto de las costumbres gastronómicas de las altas esferas y cazan negritas que me sirven vía Whatsapp. Ayer mismo Rafael Blasco y señora (serios y circunspectos) compartían mesa y tinto de verano en Benicàssim mientras mis compañeros se lamentaban: uno no puede salir a la calle sin compartir servilleta con un imputado.

El Voramar es, ya digo, lo más parecido a Puerto Banús y sobrevive a todas las modas. Como el centro de la ciudad, donde uno puede toparse con Andreíta (la de Jesulín no, la de Carlos Fabra) cenando con unos amigos de siempre con coleta relamida.
 

Los estertores de la familia Fabra crearon el primer terremoto del verano con un julio incipiente al pedir un indulto para el patriarca. La Audiencia Provincial de Castellón citará a Fabra el 3 de septiembre para que conozca su destino presidiario pero esta petición de una gracia ministerial puede dejar en el aire su ingreso en la trena.

Sólo un susto nos hemos llevado esta semana y no era para tanto. La Generalitat ha ingresado 660.000 euros al CD Castellón, un club histórico que se lame las heridas de los buitres que le han rodeado en los últimos tiempos. La afición lo ha visto de justicia, un acto poético y se han encargado de escupir en Twitter contra los periodistas que cuestionaban que el fútbol (fuera el club que fuera) viviera años y años con patrocinios públicos. El fútbol es así.

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