lunes, 25 de agosto de 2014

Los ojos de Paul Newman


A veces me da por pensar. Sólo a veces, que conste. Por escudriñar las almas ajenas, el esfuerzo por la empatía con el prójimo, un intento vano en la mayoría de ocasiones. Es como imaginar que se sentiría siendo Paul Newman, entrar en un lugar público y saber que todos están atentos a tu perfil y a tus ojos.

La versión femenina la encarnó Liz Taylor, pero ella despistaba sus pupilas violetas con pedruscos en el cuello, maridos y pelucones. A Newman le bastaba con una mandíbula cuadrada y una mirada líquida como un mar sobre la palma de la mano. De ahí que el mayor sinónimo cinematográfico de la belleza en la historia sea ‘La gata sobre el tejado de zinc’, a ver quién se resiste a no quebrarse las neuronas con aquella historia.
 

Tanto pensar me lleva a otras galaxias pero como este espacio está de mudanza, es lo que me apetecía. Me arremango sobre Castellón que es por lo que me pagan. Decía yo que me da por pensar y tratar de ponerme en la piel de otro, un método Stanislavski sobre el reportaje y en chanclas.

Y lo decía porque a veces, después de mil autopsias políticas emerge una cara oculta. “Siempre mejorando”, sólo con esa frase empecé a pensar como un castillo de fichas de dominó cayendo sin remedio. Esa frase acompaña el estado de Whatsapp de Carlos Fabra, que aguarda su entrada en la sombra bajo la canícula de 2014.

Un gerundio para un estado y una foto de perfil cambiada. Hasta hace nada tenía la de uno de sus nietos (los que recorrían el aeropuerto como nosotros recorríamos el pasillo de casa en triciclo). “Él dice que está tranquilo, pero de eso nada. Está mayor, agotado… Sólo en la intimidad muestra alguna debilidad, pero la cárcel es algo en lo que no quiere pensar”, me cuenta un confidente.

Es lógico, al fin y al cabo, que acabar en la trena al borde de los 70 no debe ser lo más cómodo del mundo. Fabra atesora la decepción desde hace meses, años, convertidos en rencor. Él sabía que iba a pasar, que en el momento en que dejara el poder las caricias en el lomo iban a escasear pero nunca pensó que todo pasara tan deprisa, en menos de una legislatura de plazo la soledad fría de la cobardía política se ha cristalizado como una tormenta oceánica.

Pero agosto es Rototom todavía. El festival no atesora gente de relumbrón (en cuanto a empresariado y tal) pero ha sido el foco de Podemos. Llegó Juan Carlos Monedero para explicar cómo ideó la formación de Pablo Iglesias y lo hizo como Norma Duval: con admiradores que en lugar de joyas le regalaban proclamas.

El Rototom es un refugio de los que ven el mundo con un prisma distinto. Eso que los grandes partidos llaman antisistemas pero que se ganan la simpatía del pueblo, como ya ocurriera hace dos años con Sánchez Gordillo en plena era asalta supermercados.

Monedero se refugió en la zona VIP del festival (para eso no hay castas) y alivió el calor y la fiebre de éxito a base de cubatas mientras se dejaba querer (para esto, tampoco). La estrella era él y se mereció todos los ‘gintonics’ que quiso. Lo ha sido en un festival que ha llegado tras un verano crítico ya que los fibbers este año no sólo han ahorrado en agua, también en todo lo demás y el comercio local de Benicàssim estaba escandalizado por la falta de consumo.

El viernes por la noche Benicàssim era como una fiesta de ‘ex’ pasando por mi libreta. Primero Juan Costa, exministro y exmandamás quien, acompañado por un vistoso amigo con un parche en el ojo, se mostraba rejuvenecido. Costa, ese señor capaz de dormir a cualquier periodista en una entrevista se dejaba llevar por la música de Burning. De vez en cuando miraba por encima del hombro por si conocía a alguien pero las vacaciones y el agujero negro del pasado le hacían flotar sobre su pretendida camisa hipster (que no lo era). A pocos metros otro ex, exsocialista, Juan María Calles exhibía delgadez en el mismo local. Calles no movía la cadera y no iba adosado a ninguna copa, conste y menos mal porque a la salida había controles policiales.

Mientras Alberto Fabra ha desparecido y se ha quedado de lugarteniente la ‘generala’ Isabel Bonig que se rompe la cara por su partido. Mal va el PP cuando una de sus jefazas debe recordar que ser del partido no es una vergüenza y se debe reivindicar. Bonig también se ha encarado con los empresarios y tira de la alfombra de Ximo Puig allá por donde pasa. La generala tiene el verbo rápido y la mala leche dialéctica que se le presupone para el cargo, aunque tenga corazón de magdalena con chocolate. Gana a Fabra en mucho, salvo en días libres. Hace bien Fabra, que nos quiten lo ‘bailao’, total.
 
Gracias a Juan Carlos Ferriol que siempre confía en mí, me defiende y se inventó esta sección porque le gustaba como escribía. A los compañeros que me han ido pasando cotilleos, negritas y anécdotas (Roberto, Rosabel Tavera, Laura Muñoz, Alberto Marco, Sara Fructuoso, Lorena Ortega o Marta Hortelano entre otros). A todos los que siempre decían que se esperaban reír cada lunes con estas crónicas. Y gracias a todos los que aún seguimos yendo a lo nuestro, Que nos quiten lo bailao
 

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