sábado, 9 de agosto de 2014

Mis idiotas favoritas


A diferencia de la mayoría de la gente, yo busco a propósito la telebasura. Lo hago para que no me pase como a esos que dicen que se la encuentran haciendo zapping, llámame previsor. También soy un defensor de la cultura pop, más allá de Andy Warholl, y creo que todo lo que nos rodea nos influye, aunque algunos se empeñan en negarlo.

Si en mi periódico fueran listos, ya hace tiempo que me hubieran puesto en bandeja una sección veraniega. Yo me imagino con un portátil sentado viendo el mar de Marbella, con pespuntes de espuma. Yo estaría oculto bajo unas Ray-Ban largando todo lo que viera. A gastos pagados, mi cultura social es inmensa y quedaría reflejada en crónicas con sabor a coca-cola y pollo al ast. Sin ir más lejos, mi nuevo sueño no es conocer Tánger, sino el ático de Chipiona de Amador.

Carmina Ordóñez: La mujer que vivió pegada a una melena. Durante años Ordóñez fue elegida la mujer más odiada de España porque nadie le perdonaba vivir sin dar un palo al agua. Sus esfuerzos se centraban en lavarse los pies con cerveza en el Rocío. Cuando murió ya se habían hecho tantas autopsias sobre su vida que los cirujanos no encontraron piel sobre la que meter el bisturí. Representante de un era, de su propia marca macilenta, de sábanas aireadas en su propio negocio. A mi plin, yo soy Ordóñez Dominguín. La muerte de Carmina alcanzó cuotas de muerte papal y se convirtió en un claro ejemplo de que la prensa rosa actúa como los sueños: mata a los vivos y resucita a los muertos.
 

Ana Obregón: En los años 80 y 90 empezaba el verano con su posado en la playa. Ahora el verano comienza con la llegada de las sandías, antes con los melones de Obregón. Sin ser guapa, ni tener buen cuerpo, ni saber hacer nada bien, el posado era la excusa para mostrar la desnudez de la estulticia. El caso es que ella siempre ha creído ser guapa, inteligente y tener talento. Obregón llegó antes que Paris Hilton y después que Granujita Diaz y combina cosas de los dos mundos, desatando los deseos de ser rubia, un objeto del deseo embarrado.
 

Sofía Mazagatos: De Sofía tres momentos. Uno: Acudió a la presentación de un libro de Vargas Llosa y tras preguntarle si era seguidora del insigne escritor, dijo: “Le sigo mucho, pero nunca he tenido la suerte de leerle”. Doy por hecho que le seguía al Pryca, al notario o a la farmacia. Dos: Antes de comenzar una entrevista reclamó la presencia del periodista para quejarse “tengo hambre… a nivel bocadillo”. Tres: Una entrada triunfal en un plató de televisión donde la presentadora le dijo “Sofía, qué guapa estás en persona!”. Ella aceptó el reto con un “sí, yo también me gusto cuando me veo en persona (humana)”.

Jesús Gil: Alias Mobi-Gil en alusión a la ballena Mobi-Dick. Que Gil fuera alcalde por aclamación fue bastante para que nos hiciéramos una idea de lo que venía. La burbuja inmobiliaria, la corrupción, la prevaricación y el sobrepeso los inventó Gil y Gil, metido en un jacuzzi con jacas en bikini y una cadena de oro. La muerte del primer Torrente nos evitó ver a los Urdangarines chanchulleando en Marbella y su ejemplo de cómo forrarse se ha extendido como el chapapote. Cuando a Gil le condenaban a años de trena el pueblo salía en manifestaciones para pedir un indulto. Como ahora.
 

Carmen Martínez-Bordiu: Durante años Martínez-Bordiu se declaraba franquista por herencia familiar. España es un país raro donde la Transición hizo olvidar el pasado: si lo que recuerdas hace daño, no recuerdes. En todos los países, tras la muerte de un dictador su familia acaba exiliándose por presión moral, el peso de los muertos sobre sus hombros. En España siempre es al revés. Martínez-Bordiu ha sido la generalísima de las portadas del Hola!. Ella siempre ha estado dividida en dos: una cabeza franquista y un coño democrático.

Granujita Díaz: Con la muerte de Sara Montiel, Marujita ha pasado a semifinales. Vive de las joyas y la fortuna que hizo cuando las folclóricas eran como ahora es Cristiano Ronaldo y sólo sale de casa cuando se tiene que disfrazar de entierro. Ha estado en más exequias fúnebres que en carteles de películas.
 

Bárbara Rey: La domadora es la inventora de Twitter. Años antes de que la red social propagara el rumor, ella supo acertadamente envolver su vida con un amante poderoso al que había grabado. No me lo creo. Si sabemos el verdadero papel de Corina o la afición de Juan Carlos I por los elefantes, ¿Por qué nadie le pregunta abiertamente?

Julio Iglesias: En los años 80 Julio posaba con un albornoz blanco y miraba su frente quemada en el reflejo de las piscinas de Miami. Iglesias ha sido durante años el ejemplo de la tontería, del Photoshop que arranca los pliegues de sus orejas, el pionero de las hombreras y las americanas cruzadas. Junto a él mitos como Baltiare, Chábeli, Julay José, la propia Preysler. Llamó a su perro Hey y arrasó entre los chinos con una sonrisa embalsamada.
 

Elena de Borbón: La exinfanta de limón. Durante años ha tenido que soportar que toda España piense que tiene un retraso. Por comparación siempre ha sido la infanta fea, la tonta. Cristina, investigada ahora por presunto trinque, era la guapa, la lista. Mientras nos resignábamos veíamos a Estefanía y Carolina como ejemplos. Pero España es como Mónaco. Ella misma, según su biógrafa, es consciente de los rumores, de su parecido con las Meninas, de la maldita herencia de los borbones que trajo a España la reina Victoria Eugenia. Su aportación han sido lagrimones en Barcelona 92, más recordados que Cobi.

Caritina Goyanes: Cuando la hermana de Caritina, Carla, se enrolló con Francisco Rivera, Eugenia Martínez de Irujo (ex del torero) tuvo un desliz y fue grabada a traición. Dijo “Carla tiene una hermana gorda a la que la familia esconde por vergüenza”. Fue titular de portada de Lecturas el mismo día en que Caritina aterrizaba de Londres y los periodistas el preguntaban: ¿es verdad que tu familia se avergüenza de ti por ser gorda? Yo pensaba en Caritina, en sus amigos, en sus lorzas que escondían la bondad entre sus pliegues. Su triunfo fue hacer de la obesidad virtud, crear una empresa de catering y reconocer que no puede hacer dieta porque tiene que probar las croquetas. Su Instagram es un buffet libre de buen rollo que cotiza al alza, como la grasa trans.
 

La lista podría seguir con Elsa Pataky que tiene dos películas buenas (pero las ha dejado a un colega y no se las devuelve), con Campanario, Carmen Lamona, Belén Esteban, Sofía de Grecia, Isabel Pantoja, Ricardo Bofil o Franscisco Rivera, pero ya habrá una segunda parte.
Gracias a Carmen Rigalt por el concepto de 'idiotas favoritas' y por tantas crónicas veraniegas.

 

 

 

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