Dirás que hemos vivido
en un desierto. Por varios factores. Por un lado las temperaturas se han
disparado a nivel de Magdalena (de Fallas, para que me entiendan) y, por otro,
en Castellón no ha quedado nadie estos días. Cevisama ha empezado a recuperarse
y ya se mira al espejo de lo que fue en otro tiempo.
Uno estos días podía
aparcar donde quería, las autovías estaban medio vacías, los gimnasios… Medio
Castellón se disfrazaba de feria y sólo por las noches empezaban a aparecer
señores con corbata bajando de los coches, como los enanitos de jardín que se
encienden al caer el sol en las urbanizaciones todos los veranos. Pero el calor
es un espejismo, como puede serlo la recuperación. Yo no me fío.
La feria arrancó con la
presencia del príncipe Felipe, que siempre viste mucho. El marido de Letizia
(es decir, su llegada) alicató el certamen de futuro porque el heredero es casi
el único de su familia que mantiene su imagen. Visitó empresas, acarició
baldosas y estrechó manos, todo a la vez. Le sorprendieron las texturas y los
diseños de los azulejos. El matrimonio Asturias al completo ya inauguró hace
unos años la feria y, hay que admitirlo, Letizia siempre se lleva más flashes y
comentarios.
La sagacidad de los
empresarios no sólo ha conseguido que haya baldosas que parecen piel de
cocodrilo sino que al día siguiente de acabar un conflicto internacional, ahí
están las azulejeros para ayudar a reconstruir cualquier país a base de obra y
revestimiento.
La profesionalidad del
príncipe contrastó con la mala leche del ministro Soria que llegó para hacerse
fotos y no encontró ni un aliado. Desde su Ministerio no paran de dar malas
noticias al sector cerámico, a las fritas, a los esmaltes y a los colores.
Subiendo las tarifas de forma radical en los costes fijos no hay quien
encuentre un abrazo. Soria no atendió a los medios y llegó para no decir nada,
mosqueando más a los empresarios.
El sector suele ser
acogido con los brazos abiertos en casi todos los países mientras soportan el
ninguneo de su propio gobierno (a veces, hasta del autonómico) porque ellos,
como se duelen, no venden coches.
El éxito de Cevisama
siempre es difícil de prever en el corto plazo. Los indios y árabes que llegan
con fajos de billetes suelen cerrar los tratos pasadas las semanas, pero los
atascos han sido un buen augurio. Los accesos a Feria Valencia de tres horas
nos han devuelto a la realidad: esto no es el primer mundo.
La feria tiene varias
lecturas. Por un lado la objetiva: las ventas y volumen que suponen para el
sector que más exporta en la Comunitat y de cuyos resultados depende la balanza
externa comercial de la autonomía. Por otro lo superfluos. El mamoneo, para que
me entiendan. Las comidas en los expositores y el viejo hábito de las
relaciones y ahí, ay señor, los políticos juegan un papel destacado.
Cevisama es a los
políticos lo que un jueves por la noche es a los universitarios. Ni un partido
se ha resistido a picotear por los expositores y más con la presencia de Felipe
de Borbón.
Todo esto a 60
kilómetros de Castellón porque lo que es aquí, poco más. Morella se ha
intentado hacer un hueco en la actualidad. La capital de Els Ports siempre ha
sido la punta de lanza del socialismo y Ximo Puig su defensor. Ahora, con Puig
en otras guerras, tiene quien le guarde el castillo. En el municipio han
enviado una circular: que los niños vayan al colegio con abrigo porque no hay
dinero para calefacción (por culpa del Consell, se entiende).
En el otro lado del
socialismo, Óscar Tena, (que es como el Monago de Alberto Fabra pero de Puig)
ha pedido ayuda a la Diputación para demandar a la Generalitat (por las deudas)
y de momento ha encontrado eco.
A falta de movidas
políticas los sucesos siempre ganan peso. El mismo punto de la N-340 ha
registrado dos muertos en dos días consecutivos. La siniestralidad de la
principal carretera que cruza Castellón roza los límites de lo fortuito y
cuando uno circula por ella se le acumulan las fotos con manchas de sangre en
el arcén en la retina. Pero pese a los muertos la infraestructura nunca está en
ninguna agenda política, los muertos, digo yo, no votan.