"La libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír´" (George Orwell)
Poco se imaginaba
Alberto Fabra que sus líneas rojas podrían acabar siendo sogas. El tema comenzó
mal puesto que en la ponencia en Sevilla cuando presentó lo que iba a ser su
ideario de limpieza arrancó con polémica. Medio PP de Castellón respondió con
un plante sonoro (ideado por Carlos Fabra, ausente y entonces imputado), si
bien muchos se levantaron mientras enviaban mensajes de perdón. Todo a la vez.
La doble línea continua
parece hoy un carril de aceleración porque al presidente le adelantan por la
derecha y por la izquierda una semana sí y la otra, también. Le tocaba esta
semana el turno a Javier Moliner.
Dijo el presidente
castellonense que él no es esclavo de ninguna línea roja. Eso lo dijo él y yo
digo que fue una exhibición al más puro estilo Esperanza Aguirre. Que va a su
bola, para que me entiendan. Y ante la contradicción hay que improvisar: ahora
ya nos queda claro que hay varios tipos de imputado. Está la infanta (a la que
antes llamábamos la hermana lista) y los valencianos. Y dentro de esta
categoría están los imputados por “cuestiones administrativas”. A esos no se
les toca, hasta nuevo aviso, aunque también depende. Si alguien lo entiende,
que me llame.
Moliner marca
distancias porque no hay nadie en el PP de un tiempo a esta parte que no enseñe
la patita y se aleje. Los alcaldes populares temen la visita de Fabra o de todo
lo que huela a partido, bastante tienen con resistir la oposición que crean Rajoy
y compañía todos los días desde Madrid como para asumir errores de otros.
Me explico: la
cuchillada de subir la cuota de los autónomos (720 euros más al año), la luz y
todas las cosas que afectan al ciudadano de a pie que va tolerando mientras
sobrevive para pagar facturas cuando los diputados están de vacaciones.
Pero retomo. Moliner
marca distancias porque su objetivo es Castellón. Pero a Moliner no le acaba de
gustar que sus alcaldes se desmadren, como ha pasado con el copago. Los
ciudadanos podemos soportar que nos mangoneen y partirnos de risa con el
trencadís y la cacería del topo, pero a todos nos parece una indecencia lo de hacer
pagar a los discapacitados, aquellos que deberían estar protegidos para
garantizar la integración. Un punto que está en los principios de la fundación
del PP, por cierto.
Con la de líos internos
y errores de bulto sólo faltaba meterse en nuevos jardines que ha acabado con
el partido dividido. Un hecho inusual hace unos años y que ahora pasa cada
quince días. A perro flaco, todo son pulgas.
Hablando de Moliner y
de diputados, Andrea Fabra ha vuelto (como Norma Duval). Lo último que se le
recuerda es el ‘que se jodan’. Desde entonces han pasado varias estaciones del
año con ella calladita (y más guapa). La hijísima se convertía el viernes en la
representante del PP castellonense en Valladolid, donde estaban los pesos
pesados del PP nacional y ella moderaba.
La decisión no ha
sentado del todo bien a la generación Moliner (así se llaman) que son la pandi
que trata de dar una pátina de renovación al proyecto afeitando bigotes y
tirando de ambientador ante lo macilento. Y lo digo por el diputado Martínez,
defenestrado pero con 40.000 eurazos de sueldo por no tener competencias. Un
sueldo Nescafé de aquí a que se le acabe el chollo (o sea, 2015). También tiene
los días contados otro diputado: Adelino Santamaría, el alcalde de Borriol, que
ya dijo esta semana que lo suyo es una crónica anunciada.
El alcalde de Castellón
Bataller, Alfonso, presentaba un libro sobre algo de urbanismo y el futuro. El
contenido era lo de menos. El primer edil se apunta a todo porque no es que
haya conseguido mucho desde que llegara a la alcaldía en cuanto a
reconocimiento público. Su debilidad y las encuestas hacen que dentro del
partido haya movimientos en busca de relevos. Porque una ciudad con un
urbanismo cuestionado por el Supremo que ha anulado el PGOU… Ya me dirán.
Los políticos no se
resisten a una foto (síndrome Mocito Feliz) y si no hay nada que inaugurar, se
presenta un libro. Ya lo hizo Alberto Fabra en su día. Él presentó dos: sus
memorias (como Belén Esteban) y uno titulado ‘La ciudad que yo quiero’. 155
páginas de las que no entendí nada, ni el resumen de la solapa.
En política siempre hay
un segundo que quiere ser el primero en todas partes y más en una profesión
donde la ambición, el ego y la garantía de un sueldo son los únicos fines
claros o, por lo menos, los únicos que nos dejan ver.
Artículo publicado en Las Provincias 3-febrero-2014
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