Un periódico consta siempre del mismo número de palabras, haya noticias o no las haya
Hace unos días un
artículo escrito bajo el espíritu de Bridget Jones sobre cómo son las mujeres
periodistas vivió su momento de gloria. Era un texto indulgente, infantil,
autocomplaciente y banal. Decía, por resumir, que las periodistas son
simpáticas, cuando están de viaje lo preguntan todo, tienen conversación y,
para acabar, están todas buenas.
El artículo tuvo
fortuna y fueron decenas las compañeras que lo compartieron pese a que
chirriaba y eso me llevó a una reflexión, en las antípodas de la colega, que
dulcificaba una profesión, un oficio, que nada tiene que ver con la realidad.
Primero diré que me
conmueve la gente que sigue creyendo en el periodismo. Me conmueve su fe
inquebrantable en un trabajo lleno de trampas y miserias, clasista y amargo
como un café recalentado.
Los periodistas somos
pretenciosos y con grandes dosis de egocentrismo. Bajo la excusa de la exclusiva
nos gusta la lisonja y compartir nuestros éxitos profesionales. Somos muy pandilleros,
la verdad, y aunque vayamos de corporativistas, es un camelo: todos los medios
critican a la competencia, más si cabe cuando el otro tiene un tema que tú no
te has enterado.
Los periodistas no
tenemos alma, diga lo que diga Kapuscinski. Habrá algunos ahora negando con la
cabeza. Y yo les pregunto, ¿nunca habéis deseado que hubiera, yo qué sé, un
grave accidente para llenar una página? No me lo creo. Los periódicos
competimos ahora con Ana Rosa y compañía y cuando hay un drama tenemos que
buscar la declaración sin sentido pero arrancar una entrada en la web,
conseguir fotos de los muertos cuando eran felices y vivían.
Hay varios tipos de
periodistas: los que mandan y los que obedecen y todos obedecen a alguien. La
libertad, ay queridos, no me vengáis con cuentos, eso para los estudiantes y el
público, pero no os engañéis.
El periodismo está muy
mal pagado. Ahora por la crisis y antes, cuando no había, también. Aunque
siempre ha habido clases. Redacciones enteras con gente sin contratos y
currando 14 horas por 800 euros. Solemos mentir para conseguir un titular y
aceptar condiciones de trabajo inefables.
El mejor periodista es
el que mejor se adapta a las rutinas productivas. Siempre ha habido farsantes
sin talento y gente con talento sin suerte, como en todas partes. No digo que
seamos monstruos, pero no somos héroes, ni todos son iguales. Todo esto, en el
mejor de los casos, se pasa al acabar el trabajo y la mayoría son buenos padres,
buenos ciudadanos y buenas personas. Luego están los que defienden su empresa
como su propia casa o los que se pasan el día criticando pero nunca aceptarán
este artículo como una descripción constructiva.
El periodismo es como la
víspera de Todos los Santos y arrastra un olor macilento de flores amarillas. Yo
sigo queriendo creer, pero cada día es más complicado salir a flote, como
cuando a Uma Thurman la entierran viva en Kill Bill.
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