lunes, 9 de septiembre de 2013

El abrazo del oso


No tengo ni idea de golf, vaya por delante, pero la noticia es la que es. El Club del Mediterráneo, alias La Coma, atraviesa una crisis de órdago. No sería novedad si no fuera porque el presidente es Carlos Fabra, que se ha visto obligado a iniciar los trámites para su venta.
A este paso Fabra se quedará sin nada porque ya se ha retirado de la política (o eso creemos), de la presidencia de la Diputación, de la de Aerocas, el juez embargó parte de sus bienes para hacer frente a la millonaria fianza que le impuso… A perro flaco, todo son pulgas.
La mala racha de La Coma no es ninguna novedad. Ya mi compañero Aitor Tezanos destapó el déficit y los malos rollos de los socios hace dos años en este mismo periódico. Entonces nuestras fuentes vivieron unas semanas horribles tras la publicación de la noticia y nos llamaban agobiados porque desde dentro de la entidad se investigaba quién se había ido de la lengua.
Mi compañero, uno de los periodistas con mayor olfato que conozco, aguantó la presión que muchas veces arrastra la exclusiva y adelantó dos años antes la noticia: la venta era una posibilidad. Meses después se dio otro tiro de gracia al campo de golf: el Castellón Masters era historia. Yo no tengo ni idea de golf, ya digo, y cuando me ha tocado cubrir el dichoso encuentro me he aburrido como una ostra. Me di cuenta un día que jugaba Sergio García y yo estaba repasando mentalmente la lista de la compra.
Ni siquiera el exceso de perlas y jerséis con rombos me ayudaban a al concentración, aquello era un tostonazo. Y no por el juego en sí, que también, sino por la sensación de tener que cumplir con los caprichos de otros.
Carlos Fabra es un gran aficionado al golf y, dicen, se la da muy bien. También me dicen que el cochecito con el que se desplaza por las competiciones equivale a dos años de mi sueldo, pero ni he visto el cochecito ni tengo pruebas (malas lenguas, a saber). Lo que a mí siempre me ha impresionado es que su afición fuera un lema político y que quisiera convertir la provincia en un oasis de campos de golf. Piensa en verde.
Y yo me pregunto, ¿la afición personal se puede trasladar a una acción de gobierno? No sé, es como si yo gobernara y me empeñara en darle el nombre de Tarantino a una calle (que se la merece, por cierto) o crear un parque temático dedicado a Mario Puzo. Pero la normalidad de lo anormal es la política.
Y luego están las cosas normales que nos parecen insólitas. Me explico. Javier Moliner ha pactado un reglamento sobre la transparencia con toda la oposición a favor. Se trata de primer reglamento sobre la materia en toda España y que se debe cumplir por Ley: un debate anual sobre el Estado de la Provincia, una cumbre de alcaldes, modificar el tiempo para presentar enmiendas y mociones o, por otro lado, hacer público el patrimonio de todos los diputados.
Además, se incluirá la retribución de los asesores y a qué se dedican en horas de trabajo, claro. Moliner parece que se ha empeñado en matar a besos al enemigo y no permite que la crítica se oiga a base de abrazos (el abrazo del oso).
Me olvidaba de Bataller, por cierto. El alcalde de Castellón ha respirado esta semana al no ser aceptada a trámite la denuncia interpuesta contra él y Alberto Fabra por tener asesores pagados con dinero del Ayuntamiento pero que trabajan para el PP (de toda la provincia). El primer edil todavía aguarda a que se le desimpute (si hay un desimputador que crea que hay que desimputarle) por una pieza del caso Gürtel.
Por cierto que el PP también ha perdido a Manuel Cervera entre sus valores. En Castellón tenemos muy mala suerte con los diputados nacionales, la verdad. Ni Jordi Sevilla, ni Juan Costa ni ahora Cervera han aguantado si quiera una legislatura (por no decir que ni siquiera han tenido la más mínima implicación con la provincia).
Esto ya es por criticar porque nos molesta si un político vive de la hacienda pública toda su vida laboral y si alguno se marcha a la empresa privada y no cumple su compromiso, también nos cabrea. No sé si Cervera forma parte de esas 31 personas que han encontrado trabajo en toda España, pero si no, es el número 32 fijo. Un tipo con suerte.
Artículo publicado en Las Provincias (9-septiembre-2013)

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