No tengo ni idea de golf, vaya por delante, pero la
noticia es la que es. El Club del Mediterráneo, alias La Coma, atraviesa una
crisis de órdago. No sería novedad si no fuera porque el presidente es Carlos
Fabra, que se ha visto obligado a iniciar los trámites para su venta.
A este paso Fabra se quedará sin nada porque ya se
ha retirado de la política (o eso creemos), de la presidencia de la Diputación,
de la de Aerocas, el juez embargó parte de sus bienes para hacer frente a la
millonaria fianza que le impuso… A perro flaco, todo son pulgas.
La mala racha de La Coma no es ninguna novedad. Ya
mi compañero Aitor Tezanos destapó el déficit y los malos rollos de los socios
hace dos años en este mismo periódico. Entonces nuestras fuentes vivieron unas
semanas horribles tras la publicación de la noticia y nos llamaban agobiados
porque desde dentro de la entidad se investigaba quién se había ido de la
lengua.
Mi compañero, uno de los periodistas con mayor
olfato que conozco, aguantó la presión que muchas veces arrastra la exclusiva y
adelantó dos años antes la noticia: la venta era una posibilidad. Meses después
se dio otro tiro de gracia al campo de golf: el Castellón Masters era historia.
Yo no tengo ni idea de golf, ya digo, y cuando me ha tocado cubrir el dichoso
encuentro me he aburrido como una ostra. Me di cuenta un día que jugaba Sergio
García y yo estaba repasando mentalmente la lista de la compra.
Ni siquiera el exceso de perlas y jerséis con rombos
me ayudaban a al concentración, aquello era un tostonazo. Y no por el juego en
sí, que también, sino por la sensación de tener que cumplir con los caprichos
de otros.
Carlos Fabra es un gran aficionado al golf y, dicen,
se la da muy bien. También me dicen que el cochecito con el que se desplaza por
las competiciones equivale a dos años de mi sueldo, pero ni he visto el
cochecito ni tengo pruebas (malas lenguas, a saber). Lo que a mí siempre me ha
impresionado es que su afición fuera un lema político y que quisiera convertir
la provincia en un oasis de campos de golf. Piensa en verde.
Y yo me pregunto, ¿la afición personal se puede
trasladar a una acción de gobierno? No sé, es como si yo gobernara y me
empeñara en darle el nombre de Tarantino a una calle (que se la merece, por
cierto) o crear un parque temático dedicado a Mario Puzo. Pero la normalidad de
lo anormal es la política.
Y luego están las cosas normales que nos parecen
insólitas. Me explico. Javier Moliner ha pactado un reglamento sobre la
transparencia con toda la oposición a favor. Se trata de primer reglamento
sobre la materia en toda España y que se debe cumplir por Ley: un debate anual
sobre el Estado de la Provincia, una cumbre de alcaldes, modificar el tiempo
para presentar enmiendas y mociones o, por otro lado, hacer público el
patrimonio de todos los diputados.
Además, se incluirá la retribución de los asesores y
a qué se dedican en horas de trabajo, claro. Moliner parece que se ha empeñado
en matar a besos al enemigo y no permite que la crítica se oiga a base de
abrazos (el abrazo del oso).
Me olvidaba de Bataller, por cierto. El alcalde de
Castellón ha respirado esta semana al no ser aceptada a trámite la denuncia
interpuesta contra él y Alberto Fabra por tener asesores pagados con dinero del
Ayuntamiento pero que trabajan para el PP (de toda la provincia). El primer
edil todavía aguarda a que se le desimpute (si hay un desimputador que crea que
hay que desimputarle) por una pieza del caso Gürtel.
Por cierto que el PP también ha perdido a Manuel
Cervera entre sus valores. En Castellón tenemos muy mala suerte con los
diputados nacionales, la verdad. Ni Jordi Sevilla, ni Juan Costa ni ahora
Cervera han aguantado si quiera una legislatura (por no decir que ni siquiera
han tenido la más mínima implicación con la provincia).
Esto ya es por criticar porque nos molesta si un
político vive de la hacienda pública toda su vida laboral y si alguno se marcha
a la empresa privada y no cumple su compromiso, también nos cabrea. No sé si
Cervera forma parte de esas 31 personas que han encontrado trabajo en toda España,
pero si no, es el número 32 fijo. Un tipo con suerte.
Artículo publicado en Las Provincias (9-septiembre-2013)
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