Me había prometido a mí mismo no escribir en un
tiempo del aeropuerto de Castellón por aquello de no estar encasillado. Más o
menos como los actores que triunfan en una comedia televisiva y se lanzan al
drama por compensar. Soy el Jim Carrey del periodismo (o Lina Morgan, como
quieran).
Pero yo soy muy falso conmigo mismo, la verdad. Llegados
a este punto lo haré rápido: al final el aeropuerto nos cuesta a todos 120
millones de euros. Lo que no iba a costar nada, al final nos cuesta una pasta.
Y eso que falta por saber lo precio de los terrenos, los infinitos anuncios que
promocionaban el aeropuerto, las ferias turísticas, los sueldos de Aerocas…
Menos mal que el Consell se ha apresurado a recordar
que en 2003 ya aportaron 44 millones al proyecto. Menos mal, ese dinero saldría
a escote de los representantes políticos de entonces, en caso contrario, no
entiendo la alegría Esta semana a mis múltiples tareas he añadido la de
traductor. De sentencias, claro. Porque algunos medios nacionales han optado
por llamarme para que les explicara de qué iba la historia y cada explicación
les escandalizaba más.
Debe ser como los enterradores, que a fuerza de
sepelios, se acostumbran. Nuestra conciencia se ha debido quedar dormida
mientras esperábamos el primer aterrizaje, como la Penélope de Serrat pero con
boli en lugar de bolso marrón.
Y justo hoy empieza la feria Cersaie, que es la
primera gran cita de la cerámica. En el sector el año comienza en septiembre y
el ecuador llega en febrero, con Cevisama. En Castellón siempre se ha mirado de
reojo a la feria de Bolonia porque los italianos siguen llevando ventaja (poca)
y se han adueñado del concepto diseño. Aunque en Castellón el nivel es el
mismo, para el cliente la marca Italia va unida al diseño.
Por lo menos, antes de la feria se ha conseguido que
el Gobierno aplique tarifas reducidas al sector cerámico tras haber aumentado
los costes con una reforma energética. El PP se ha puesto la medalla de que ha
sido gracias a sus gestiones. Vamos, por hacer su trabajo en realidad después
de que la tasa del gas ya consiguiera un efecto letal para el azulejo.
Los recortes afectan a los ciudadanos y muchas
reformas a la industria ya que parece ser que nuestros políticos son incapaces
de pensar a largo plazo y prefieren torpedear lo poco competitivo que nos
queda.
Pero no nos vengamos abajo. Castellón ha acogido
esta semana una gran boda. La del concejal de Nules José Vicente Adsuara y Ana
Arachavaleta que es casi tan conocida en Castellón como la propia Magdalena.
Las bodas son la última representación de un sueño infantil, por aquello de los
cuentos, y por lo que me cuentan, ésta ha sido de órdago.
Desde el minuto cero no pararon de llegarme fotos de
invitados al móvil: mantillas, tocados y pamelas (con señoras debajo) y un
ramillete de políticos en primera fila. En la boda hubo una representación de
todo el PP y hasta consellers que lo dieron todo en ese momento en que se
desanuda uno la corbata y va camino de la barra libre.
Me cuentan que en una mesa de alcaldes no se hablaba
más que de las elecciones 2015 y de lo mucho que se la juega el PP a nivel
autonómico en las urnas. No es ninguna novedad, claro. Sí lo es las posiciones
enfrentadas por las actuaciones que marca la cúpula regional. Isabel Bonig, por
ejemplo, a la que todos quieren y aprecian, ahora se la ve con dudas no sea
cosa que coloque en un pueblo una incineradora y suponga una derrota electoral.
Hablando de bodas. El 11 de octubre María Colonques
(Porcelanosa) se casa y lo hará en Vila-real, su pueblo, y en la Arciprestal,
su iglesia, coincidiendo con las fiestas del Rosari. La gente habla mucho del
mito de Amancio Ortega pero pocos reparan en los dueños de Porcelanosa que pese
a haber conseguido casi todo, tratan igual al Príncipe de Gales que a un
empleado, y llevan una vida sencilla. Será la boda del año, seguiremos
informando.
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