domingo, 7 de diciembre de 2014

Cosas que haré esta Navidad


El mundo se divide entre los que aman la Navidad y los que no. Eso es así. Es cierto que es la peor época cuando alguien falta a la mesa pero a mí, como freack mayor del reino, me gusta mantener las tradiciones y exhibirlas. Uno se hace mayor cuando la Navidad deja de importarte y, sobre todo, cuando se la trae al pairo lo que piensen los demás. Me la pela lo que penséis, vale? He aquí todo lo que haré esta Navidad.

-          Veré Love Actually en Versión Original (y lloraré cuando el niño corre por el aeropuerto para darle un beso a su novieta).


 

-          Escucharé villancicos de Sinatra. Y el de Mariah Carey (mi gorda favorita) y los de Bublé  y Dean Martin.

 

-          Comeré bombones Lind. Los colocaré estratégicamente en la mesa del comedor para no olvidarme.

-          Comeré mucho en general. Cordero, gambas, croquetas, roscón, turrón, mazapán. La Navidad es la mejor época para nosotros los gordos anónimos.

-          Beberé cava.

-          El día de Navidad desayunaré churros (y cordero si queda del día anterior)

-          Estaré cerca de la chimenea.

-          Escribiré que a Fabra le ha tocado la Lotería. Está en la cárcel pero puede comprar décimos que me he informado.

-          Veré ‘Lo que el viento se llevó’ en Nochebuena. Y ET, Cuenta Conmigo, Cazafantasmas, Eduardo Manos Tijeras, Charley y la fábrica de chocolate, el Mago de Oz, Solo en casa y todas las de Disney y Pixar que quieran Hugo y Lucía.

-          Iré a la cabalgata de Reyes y le guiñaré el ojo a Melchor.

-          Leeré a Dickens.

-          Saldré a correr el día de Navidad, y el 26. Y el 1 de enero.

-          Pondré el árbol y el belén con clics de Playmobil.

-          Ligaré (esto en verdad me pasa todos los días).

-          Enviaré postales de Navidad.

-          Me comeré las 12 uvas y luego seguiré comiendo más uvas. Y luego más.

-          Abrazaré el triple que en otras épocas. Y daré más besos.

-          Bailaré con Hugo en mi brazo esto (es nuestro baile favo).

 

-          Organizaré la cena del Roscón. Comeré mucho Roscón.

-          Haré flan de turrón.

-          Besaré mucho más.

-          Un día me tomaré un frangelico o un gin tonic.

-          Cocinaré. A lo mejor me tomo el gin tonic mientras cocino.

-          Escribiré la carta a los Reyes.

-          Me acordaré de agosto en la piscina.

-          Lloraré por los que no están.

-          Achucharé mucho a Hugo y Lucía. Y a mis padres y a Isa y Nando y a mis tetes y mis tías.

.         Seguiré siendo guapo.

-        El día 1 veré amanecer y me regalaré la primera salida del sol,

-          Daré gracias por lo que tengo.

 

sábado, 1 de noviembre de 2014

Quiero pedir perdón


Voy a pedir perdón. Es algo consustancial a mi personalidad, la disculpa como látigo a una forma de comportamiento adoctrinada por la culpa. Meses de terapia para esto, ya te digo. Los ingleses tiene siempre el ‘sorry’ en la punta de la lengua y yo en eso soy muy británico, porque uso el disculpa y perdón de forma indiscriminada.

Todo viene del síndrome de indefensión aprendida que está cosido a mi sombra desde siempre. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. La complejidad del ser humano es así, pero yo al menos he avanzado porque tengo un diagnóstico y herramientas para superarlo.

Por eso quiero pedir perdón. Perdón por gustarme el deporte, por cuidarme. Tengo amigos a los que les gusta estar tirado en el sofá, taurinos, colegas que recorren kilómetros para ver un concierto, amigos que invierten horas y horas al día componiendo música. Tengo amigos que, incluso, les gusta vestir vírgenes (imágenes, claro) y las procesiones. Compañeros que pueden estar horas buscando el corte de la patata perfecta, los tengo también anclados en relaciones tóxicas y aburridas. A los que les gusta el bricolaje, o no salen si hay un partido de fútbol. Amigos que sólo tienen hijos o pareja.

Pero todo esto está bien. Lo malo es lo mío, lo sé y me lo recordáis todos los días. No tengo perdón pero lo voy a intentar: me arrodillo ante todos. Sé que está mal que cuide un poco la alimentación y que desayune. Ya, ya lo sé. Y que haga deporte una hora al día los siete días de la semana y, algún día, dos horas. Es horrible, lo sé.

Cuando la gente sabe que leo mucho y puedo pasarme tardes enteras leyendo o que una novela me puede durar dos días, no pasa nada. Incluso me admiran. Pero si inviertes un 4% del tiempo del día en hacer deporte: estás obsesionado, estás ciclado (ya me gustaría), eres aburrido. Lo sé, queridos, lo sé.

También me gusta ver películas, coleccionarlas. Pero mucho, mucho. Me gustan las series americanas y una vez me fui de una cena alegando dolor de cabeza para acabar de ver la quinta de Dexter. Me gusta comer y todo el mundo sabe que soy gordo, como ya escribí aquí mismo porque ser gordo es un estado mental. Me gustan las pizzas, la tortilla, las croquetas, la paella, una buena hamburguesa, el chocolate, pero también el brócoli (perdón), las judías con jamón (perdón), la ensalada (perdón), las espinacas (perdón). Me gusta lo dulce, lo salado, lo agrio…

Me gusta el sexo (sólo o acompañado), me gusta el vino blanco y no me gusta el güisqui. Me gusta la telebasura. Me gustan los postres. Me gusta gustar, escribir, leer revistas, leer periódicos. Pasear. No me gusta comprar ropa, ni la moda porque no tengo ni puta idea. Me gustaría que me gustara, como patinar.

Estoy obsesionado. Vosotros no, menos mal que todos sois normales y me ilumináis. Ya digo, perdón, perdón, mis disculpas. Sobre todo porque no lo siento.

lunes, 13 de octubre de 2014

La gran hija


Artículo publicado en Las Provincias el 13 de octubre de 2014

Cuando la escuálida Holly Golightly tenía un día malo arrastraba sus perlas hasta el escaparate de Tiffany’s; nada malo podía pasar allí dentro. Era una criatura maravillosamente herida surgida de la inefable caterva de ideas de Capote (Truman) que exprimía el alma humana para que se convirtiera en un zumo de párrafos perfectos.

Luego vino Hollywood y la icónica imagen que proyectó gracias a Audrey Hepburn esmaltada en el estilismo de Givenchy y acariciada por las notas del sublime Henry Mancini. El celuloide lo cambió todo, que es lo que suele pasar. Porque en las películas americanas nos hemos asomado muchas veces al fin del mundo, pero nada tan cercano al apocalipsis de esta semana.

El nuevo periodismo estrenó sus malas artes con la muerte en directo del Papa Juan Pablo II y esta semana se ha puesto a prueba de nuevo con toda la crudeza en el culebrón ébola. El cine sólo nos sirve para soñar pero la literatura, como la de Capote, nos permite inmiscuirnos en la capacidad de empatía.

De eso es de lo que más nos olvidamos. El estupor llegó esta semana en forma de melena rubia y con nombre propio: Andrea Fabra quien pespuntó un titular montada en su propio tren de vida. La gran hija admitió que claro que había firmado el indulto a favor de su padre (esto es, Carlos Fabra) y con una sonrisa meliflua vino a segregar biología: claro que he firmado.

Andrea Fabra es diputada por Castellón pero bien podría serlo por Alpedrete. Vive en Madrid, veranea en Ibiza y Castellón es casi un accidente en su vida, ese pasar de los días que bien podría extraerse de un folletín rosa (palo). Porque la gran hija siempre ha proyectado una sombra de superioridad, de discursos manidos, de zapatos caros y poca empatía.

Le salió al paso el nuevo PP, que son más de un almuerzo con hogaza dels Ibarsos que de una cena de cocina de autor. Javier Moliner restó importancia a la adhesión de Andrea a la causa fraterna pese a que él lo había prohibido.

Vino la pequeña Fabra a presentar los presupuestos del Gobierno Rajoy para la provincia, lo hizo seis después porque hasta el momento el nuevo jefe había pedido capitalizar el protagonismo. Andrea forma parte de un pasado reciente y su gran mala suerte es que las dos o tres comparecencias públicas que hace al año en Castellón siempre estemos los pobres para preguntarle. Doy por hecho que el mal trago se le compensará al ver la cuenta corriente, no es plato de buen gusto compartir rueda de prensa con gente que busca titulares para llenar el estómago.

Ella va suelta contra el viento, como Bataller que ha decidido alicatar el centro de Castellón, ese cuyo comercio agoniza por el auge de los centros comerciales con aparcamientos, cines y zaras, con nuevas zonas azules. Desde su desimputación el primer edil ha relajado los discursos y las meteduras de pata, acapara fotos diariamente y se curra la calle con oficio. Lo mismo que las primarias del PSPV donde la noticia es que no la hay.

Los candidatos están realizando una campaña de juego limpio y respeto, con igualdad de oportunidades. Renau y Marco saben que un mal paso puede acabar en desastre y acarician la alcaldía como unos visillos ligeritos, de esos que dejan entrar el sol por el gabinete.
Artículo publicado en Las Provincias el 13 de octubre de 2014

lunes, 6 de octubre de 2014

Lluvia en los zapatos


La sensación de tener lluvia en los zapatos es la metáfora de la existencia, la incomodidad de la humedad que se cuela por los tobillos, de los calcetines pegajosos y los dedos fríos como un helado de vainilla. Ese es el malestar vivido por la tromba de corrupción que nos asola.

Igual que Neruda lamentó que podría escribir los versos más tristes en una sola noche, este artículo podría ser una retahíla de mangantes, una enumeración de canallas que se extienden como un chapapote sobre la dignidad de los tristes, los desencantados, los que sobreviven a la cabronada patria.

Las noticias, últimamente, deberían ir acompañadas de un antiinflamatorio para mitigar el cólico que provocan. Como el pastizal que los consumidores pagaremos por el proyecto Castor a uno de los tipos más ricos de España (cosas de las clases sociales) porque tanto el Gobierno zetapé como el de Mariano le han arreglado una paga extra que se podría destinar, por ejemplo, a fichar más jaguares con six-pack del estilo Ronaldo.

Cualquiera que se asomara al proyecto sabía que era un regalo envenenado, como cuando recibes un tarjetón de boda. Hemos pagado el cubierto, el traje y una vuelta al mundo bajo la excusa de crear puestos de trabajo. El Castor es otra de las mentiras que se alimentó al calor de la promesa de un imperio. Eso nos viene en el ADN, desde que Isabel de Castilla licuara el oro de América para vestir vírgenes. No aprendemos.

Lo peor es que los políticos se ríen en nuestra jeta. Nadie pierde elecciones y los Presupuestos Generales del Estado siempre invierten en lo mismo cada año: el AVE, los accesos al puerto, el parador turístico de Morella. Todo es cuestión de la artimaña de un titular, un castillo de fuegos con la pólvora mojada.
 

El Whatsapp debería crear un emoticono de sorpresa sólo para los ciudadanos de Castellón que seguimos siendo la provincia de las noticias tristes. Ahí está, sin ir más lejos, la decisión de la Audiencia de Castellón de aplazar el ingreso en la cárcel de Carlos Fabra en contra del acuerdo que existe entre todas las salas penales de España.

Hay quien cree que detrás hay política, obsequios en forma de auto. No lo descarto, pero subyace una guerra interna en la Audiencia porque los jueces también son personas y los magistrados tendrán pandillas, como en cualquier trabajo. El auto beneficia a Fabra pero, sobre todo, es una respuesta al presidente de la Audiencia, José Manuel Marco, quien consideró la decisión una metedura de pata. El mal rollo de los jueces no se resuelve a puñetazos, sino con sentencias. Los periodistas de Castellón hemos cambiado las redacciones por la puerta de los juzgados y por eso los empleados de la cafetería reservan bocatas para la prensa.

La semana también trajo la muerte de Miguel Boyer, más marido que exministro. Preysler es patrimonio de la provincia por su vinculación con Porcelanosa, que es una de las pocas cosas que nos salva de la ignominia. Los dueños de la empresa abrazaban a la viuda a las puertas del tanatorio y trasladaban la tristeza hacia la embajadora del azulejo, que es nuestra forma de vida.
 Artículo publicado en Las Provincias el 06 de octubre de 2014

lunes, 29 de septiembre de 2014

El último otoño


Igual que la misma lluvia asoma por las ventanas de septiembre, la actualidad humedece las paredes de la lógica, como un desconchado sobre la grieta de la razón. Las columnas de opinión tienen forma de ataúd y en ellas vamos aguardando el silencio roto por un teclado lenguaraz. Igual que se acarician las mejillas de un cadáver frío, del mismo modo, unas noticias sepultan otras y un auto judicial entierra otro.

La Audiencia de Castellón se ha vuelto a poner en evidencia. Hasta su presidente José Manuel Marco cuestionaba la decisión de que Carlos Fabra rehuyera la cárcel durante un tiempo mientras se resuelve la petición de indulto, como a los toros que brindan tardes gloriosas, Fabra se aferra a la arena de la elasticidad jurídica picado de banderillas.

La muleta, otra vez, le ha venido de mano de los jueces. Parece mentira, pero cuando a Fabra le han abandonado todos sus compañeros del PP, ha podido encontrar la gracia en forma de tribunal. El auto no está razonado, incumple al acuerdo de las salas penales, pero es el que es y la suerte parece siempre estar al lado del ideólogo del aeropuerto más conocido del planeta.

A Fabra le han salido símiles en forma de reportaje desde siempre. Con Corleone, con All Capone y con Jaume Matas. A todos ellos añado otro: hasta con la Pantoja, que por trapichear con pasta de todos puede acabar en la cárcel si no paga más de un millón de euros. Ella al menos tiene a Telecinco, que le puede liquidar la multa a cambio de una entrevista ante el Tribunal de la Inquisición del Deluxe. Fabra ni eso.

En tiempo de setas y de colores grises la tromba de agua no inunda el imparable avance del calendario. Es quizás el último otoño de una época conocida por los mismos mandatarios. La suerte está echada y avanza como las riadas, con Alberto Fabra intentando hacer del PP la apuesta ganadora, con el resto de la oposición repartiéndose cargos. Fabra, en este caso Alberto, no ha conseguido aún despegarse de la sombra que lleva cosida desde que llegara al cargo.

Lo ha intentado, pero no ha podido. A veces pienso que ninguno hubiéramos podido con tantos factores externos y sus esfuerzos equivalen a los gritos que da en los mítines. Fabra será, sin lugar a dudas, el presidente autonómico que más críticas sobre su gestión ha leído porque ya nadie se corta, por si acaso.

En el norte el presidente del PP Moliner ha venido a inventar una cumbre. La habilidad que tenía el PP para crear enemigos de fuera la ha recuperado Moliner y, a falta de Zapatero, a por Mas. El día antes de la consulta marcada para el día 9 habrá un almuerzo del PP en Vinaròs. Si fuera al revés dirían que es una provocación, pero resulta que son jornadas en contra de las fronteras.
El tema tiene poco recorrido en una provincia como la de Castellón, pero es una forma de levantar el brazo hacia Génova, hacia Valencia y hacia quien haga falta. La efectividad de la idea tiene el mismo valor que una foto de unos pies en una orilla caliente para Instagram. Postureo.

Artículo publicado en Las Provincias 29 de septiembre de 2014

lunes, 22 de septiembre de 2014

Diez pelis para ver una tarde lluviosa de otoño


El otoño es un bajonazo para la gente que, como yo, se trabaja la calle por gusto y por oficio. A mí lo que de verdad me gusta es brujulear y quedarse en casa es una opción aburrida. Pero una cosa no quita la otra: siempre nos quedará el cine, la emoción de la primera vez descubriendo una obra maestra. Como los replicantes yo también he visto cosas que vosotros no creeríais, la vida a través del celuloide. Aquí están las diez pelis para ver en una tarde lluviosa de otoño.

1.- Blade Runner. No precisa presentación y si todavía queda alguien que no la ha visto que se ponga a ello. Qué curioso, la primera vez que la vi era pequeñísimo y me pareció cursi pero, desde la tercera vez la última escena me cuesta contener la lágrima. Es hora de morir.

2.- Cosas que hacer en Denver (cuando estás muerto). Un tipo con un plan, un gánster bueno, cine policíaco y género negro. Muy entretenida y Andy García en el mejor papel de su vida.

3.- La soga. Elegir sólo una peli de Hitchcock es como elegir un alimento para comer el resto de tu vida. Esta peli introduce elementos nuevos como la idea del plano secuencia, todo en un mismo cuarto, y sólo va cambiando el día detrás de los ventanales.

4.- You’re the one. Vale. Garcí es insoportable, lento, aburrido, odioso… Lo mismo que su protagonista, Lidia Bosch, tonta, insoportable, aburrida, limitada… pero no sé qué tiene esta peli que me gusta. La música, las escenas lluviosas, no sé.

5.- Esplendor en la hierba. Una peli dedicada a un poema merece una oportunidad y más si está dirigida por Elia Kazan. Aparentemente fácil, no lo es, y además está el placer de ver a Natalie Wood antes de desparecer tras caer de su barco (inquietante) y de un joven Warren Beatty.

6.- Batman (El caballero oscuro). Admito que me flipa Cristopher Nolan y la trilogía que ha hecho de mi superhéroe favorito. Admito que me flipa Cristian Bale y que me caía bien hasta cuando hizo de psicópata en American Psico. Pero esta peli no sólo es entretenida, es un diez en su género.
 

7.- Los santos inocentes. Pocas veces una peli supera un libro. En este caso están equiparadas y es una de las principales joyas del cine español. “Es que a mí no me gusta el cine español”, pues no me hables, vale?

8.- Jackie Brown. Con Tarantino pasa como con Almodóvar (quietoooooos) hay veces que sólo una escena ya compensa el precio de la entrada. Vale, quitamos ‘Los amantes pasajeros’. Pero Jackie Brown es un peliculón que sólo por la canción de los créditos ya compensa.
 
 

9.- Desayuno con diamantes. Cuando tengo un día malo me voy a Tifanny’s, nada malo puede pasarte en Tifanny’s. Y punto. En realidad mola mucho la banda sonora, lo diferente de la historia y la crudeza de lo que oculta el personaje.
 

10.- Uno de los nuestros. Está en mi tercer puesto en la lista de pelis sobre la mafia. Scorsese debería ser una asignatura yo le perdono hasta ‘El aviador’ y esta es cumbre. A disfrutar

Sacralizar la política


Sacralizar la política

Sacralizar la política como si fuera un evangelio es una de las grandes sorpresas de la semana. Mientras media España se llevaba las manos a la cabeza por la semipresencia de Pedro Sánchez en Sálvame, en Castellón el debate se reproducía a pequeña escala, más cañí, más nuestro.

La culpa era de Enric Nomdedéu que aprovechaba la movida escocesa para hacer turismo de referéndum. El líder de Compromís vive a través de las redes sociales y con un pie en tierra en Escocia ya se había puesto la falda y subido varias fotos. Las imágenes despertaron las críticas como si en lugar de conocer cómo se vivía el momento, Nomdedéu estuviera matando elefantes.

El PP le acusó de no haber acudido a las comisiones informativas del Ayuntamiento y en Twitter le jarrearon insultos. Ahora Nomdedéu ya sabe en sus propias carnes que el pueblo prefiere que le roben en la jeta pero que si se prevarica, que se haga con seriedad. A mí nunca se me ocurría criticar a un tipo que se pone una falda y busco intencionadamente la telebasura, lo hago para que no me pase como al resto de la humanidad, que Sálvame les pilla en un zapping mientras veían un documental de la 2.

Es como lo de Pedro Sánchez. El catetismo ha elevado la anécdota a categoría y ha despertado más comentarios que la esquilmada de la familia Pujol. En ambos casos la crítica proviene del hecho de creerse superior y confiar todavía en que la política y sus dirigentes son seres elevados intelectualmente. Lo políticamente correcto es casi tan aburrido como un documental de ballenas.

Menos mal que la parte seria sigue estando vigente. Como esta semana cuando el PP de Castellón salió en defensa de Francisco Martínez asegurando que no se había enriquecido ilícitamente porque antes le habían pillado (ellos y el fiscal). Eso sí merece un aplauso, como los autos de la Audiencia de Castellón cuestionados por Anticorrupción por beneficiar a Carlos Fabra o el nuevo bluf del Centro de Convenciones al que ni siquiera dio tiempo a colocarle un trencadís defectuoso.

En la otra orilla está el PSPV de la capital con los cuchillos afilados. La guerra de guerrillas ha empezado y mientras leen este párrafo ya se han clavado tres puñales, esa es la media. Amparo Marco lidera la corriente más visible pero el secretario de la ejecutiva ha aupado a Germán Renau para unas primarias que se adivinan como siempre, o sea, con todos divididos.

Sin sentido del humor sólo se sobrevive. Que me lo digan a mí que recibí un día la llamada de Carlos Fabra para abroncarme y decirme que era un frívolo por lo que escribía en mis artículos. Fabra dio en la diana y no era una opinión, sólo información. Antes de acabar la conversación me dio una exclusiva: el primer avión al aeropuerto llegaría el 1 de enero (y así se publicó). Corría el verano de 2012. Eso sí fue de chiste.
Artículo publicado en Las Provincias el 22 de septiembre de 2014

lunes, 15 de septiembre de 2014

La muerte de los políticos


La muerte política se escribe sobre las tumbas con la palabra dimisión. En la vida el final tiene en realidad muchos finales, pero la finitud de un cargo público tiene dos salidas: o te echan los ciudadanos o el partido.

Es lo que ha pasado con Francisco Martínez, cuya imputación ha cavado la losa del último acto. En este caso penúltimo porque el que fuera mano derecha de Carlos Fabra durante lustros retiene la alcaldía de Vall d’Alba. Martínez es el símbolo de un estilo, de una época y de una forma de legislar.

Hace meses, cuando los juzgados empezaron a acosarle desvelé que en su pueblo sus habitantes (esos mismos que le regalan mayorías absolutas y han dejado al PSPV con tres ediles) le llamaban Paco Placa. Desvelar el mote sentó como un tiro incluso a los que se lo habían puesto, lo cual ya tiene guasa.

Martínez es un tipo insólito que incluso ha construido un paseo marítimo en una ciudad sin mar. A palmeras e inversiones no le ha ganado nadie en este tiempo y a mí esas tonterías son las que me hacen gracia, la anécdota, la espuma de la vida. El nombre viene de que Martínez acumula inauguraciones como quien acumula ‘spams’ en el correo, amontonados y todos con una placa.

Paco Placa se ha marchado en realidad porque ya nadie le quería. Estaba de prestado en la Diputación y el nuevo PP arrincona a los dinosaurios en una pretendida renovación. Arrinconar es un eufemismo, en realidad les da una patada gracias al fiscal Carceller. El PSPV en cambio tiene otro ritmo, la renovación se calza con la misma ropa de hace 20 años, y así les va.

Los populares ahora temen las imputaciones como el resto de mortales tememos subirnos a una báscula. Saben que la línea roja les marca el camino y el destino es marcharse por la puerta de atrás. La imputación es el crepúsculo, expirar en forma de auto judicial.

La Fiscalía de Castellón quiere saber qué ha pasado en estos años. Investiga si Martínez adjudicaba las obras sobre solares que, en realidad, le pertenecían y quiere los datos sobre la mesa por lo que ha imputado a dos de sus hijos: Francisco y Andrea Martínez, socios de la empresa.

Es cierto que el hijo siempre ha pasado desapercibido pero no es el caso de su hija. Andrea no sólo fue reina de las fiestas más guapa de los últimos tiempos. Fue becaria en Génova y trabajó en una empresa de eventos que ofrecía contratos a los ayuntamientos.

La Justicia no va a dejar medrar a la nueva generación en los papeles, por lo visto. Y eso es algo necesario para Castellón. Porque si Carlos Fabra entra en prisión, llega un avión al aeropuerto y Martínez deja la política, apenas queda nada.

 
Artículo publicado en Las Provincias 14 septiembre 2014

sábado, 30 de agosto de 2014

Canciones para encuentros horizontales


A algunos la música les acompaña desde que suena el despertador. Una banda sonora de los días. Algunos hacen selecciones para correr, para relajarse, para estudiar. Esta selección es gráfica, visceral, para tener en un CD en el coche (y que sirva para animar el cotarro), para comer un helado sobre la piel derretida de otro, para guardar en una memoria en el equipo de música de la habitación. La música en horizontal, vaya, para esos momentos, para seguir el ritmo, para subir pulsaciones, para correr(se), para morder, para empezar, para acabar. Let's go.
 
1. Girl you'll be a woman soon. La versión del clásico de Neil Diamond de Urge Overkill mezcla el rollito 70 con un grunge desgreñado y siempre es una buna opción para empezar.
 
 
2. Maybe. Janice Joplin. Temazo con sonido rock y tabaco: Momento de relajar los hombros
 
 
3. If I rulled the world, Jamie Cullum. Admito que el día que descubrí a Cullum fue como un disparo en la perspectiva, tema positivo con ritmo pausado. Cierra los ojos.
 
 
4. Ellie Goulding Figure 8. Vayamos subiendo las pulsaciones poco a poco. Goulding tiene varios temas que encajan como un guante en el ranking pero esta es la letra.
 
 
5.- Marvin Gaye, Let's get it on. Sensual porque sí, imprescindible.
 
 
6.- Satisfaction, Rolling Stones. Un clásico que no nos desconcentra del cometido en el que estamos inmersos. A moverse como Mick Jagger.
 
 
7.- Bombshell Ricky Lee. Esta canción sirve para el inicio de una sesión de running o de lo que sea. Cantanta australiana que pretende ser reina del pop y que mola, pero mucho.
 
 
8.- After dark. Nada más y nada menos, baja el ritmo, baja ¿lo pillas?, los detalles son importantes.
 
 
9.- Little Green back. Gracias Tarantino.
 
 
10.- Fever. Es quizá la canción más versionada, pero me encanta el 'in crescendo' de Bublé. También mola mucho el tema 'Let me go home'.
 
 
11. The way you look tonight, Sinatra. Sinatra siempre.
 
 
12. Misty, Ella FitzGerald. Su voz es sinónimo de sensualidad.
 
 
La lista podría seguir con Alicia Keys (girl on fire), Snow Patrol (Chasing Cars), Aerosmith (I Don't wanna miss a thing), Pegy Lee (Black coffe), Dead for you de Najwajean, algo de Dylan, el Suzane de Leonard Cohen... pero, ¿alguien puede aguantar tanto?

 

lunes, 25 de agosto de 2014

Los ojos de Paul Newman


A veces me da por pensar. Sólo a veces, que conste. Por escudriñar las almas ajenas, el esfuerzo por la empatía con el prójimo, un intento vano en la mayoría de ocasiones. Es como imaginar que se sentiría siendo Paul Newman, entrar en un lugar público y saber que todos están atentos a tu perfil y a tus ojos.

La versión femenina la encarnó Liz Taylor, pero ella despistaba sus pupilas violetas con pedruscos en el cuello, maridos y pelucones. A Newman le bastaba con una mandíbula cuadrada y una mirada líquida como un mar sobre la palma de la mano. De ahí que el mayor sinónimo cinematográfico de la belleza en la historia sea ‘La gata sobre el tejado de zinc’, a ver quién se resiste a no quebrarse las neuronas con aquella historia.
 

Tanto pensar me lleva a otras galaxias pero como este espacio está de mudanza, es lo que me apetecía. Me arremango sobre Castellón que es por lo que me pagan. Decía yo que me da por pensar y tratar de ponerme en la piel de otro, un método Stanislavski sobre el reportaje y en chanclas.

Y lo decía porque a veces, después de mil autopsias políticas emerge una cara oculta. “Siempre mejorando”, sólo con esa frase empecé a pensar como un castillo de fichas de dominó cayendo sin remedio. Esa frase acompaña el estado de Whatsapp de Carlos Fabra, que aguarda su entrada en la sombra bajo la canícula de 2014.

Un gerundio para un estado y una foto de perfil cambiada. Hasta hace nada tenía la de uno de sus nietos (los que recorrían el aeropuerto como nosotros recorríamos el pasillo de casa en triciclo). “Él dice que está tranquilo, pero de eso nada. Está mayor, agotado… Sólo en la intimidad muestra alguna debilidad, pero la cárcel es algo en lo que no quiere pensar”, me cuenta un confidente.

Es lógico, al fin y al cabo, que acabar en la trena al borde de los 70 no debe ser lo más cómodo del mundo. Fabra atesora la decepción desde hace meses, años, convertidos en rencor. Él sabía que iba a pasar, que en el momento en que dejara el poder las caricias en el lomo iban a escasear pero nunca pensó que todo pasara tan deprisa, en menos de una legislatura de plazo la soledad fría de la cobardía política se ha cristalizado como una tormenta oceánica.

Pero agosto es Rototom todavía. El festival no atesora gente de relumbrón (en cuanto a empresariado y tal) pero ha sido el foco de Podemos. Llegó Juan Carlos Monedero para explicar cómo ideó la formación de Pablo Iglesias y lo hizo como Norma Duval: con admiradores que en lugar de joyas le regalaban proclamas.

El Rototom es un refugio de los que ven el mundo con un prisma distinto. Eso que los grandes partidos llaman antisistemas pero que se ganan la simpatía del pueblo, como ya ocurriera hace dos años con Sánchez Gordillo en plena era asalta supermercados.

Monedero se refugió en la zona VIP del festival (para eso no hay castas) y alivió el calor y la fiebre de éxito a base de cubatas mientras se dejaba querer (para esto, tampoco). La estrella era él y se mereció todos los ‘gintonics’ que quiso. Lo ha sido en un festival que ha llegado tras un verano crítico ya que los fibbers este año no sólo han ahorrado en agua, también en todo lo demás y el comercio local de Benicàssim estaba escandalizado por la falta de consumo.

El viernes por la noche Benicàssim era como una fiesta de ‘ex’ pasando por mi libreta. Primero Juan Costa, exministro y exmandamás quien, acompañado por un vistoso amigo con un parche en el ojo, se mostraba rejuvenecido. Costa, ese señor capaz de dormir a cualquier periodista en una entrevista se dejaba llevar por la música de Burning. De vez en cuando miraba por encima del hombro por si conocía a alguien pero las vacaciones y el agujero negro del pasado le hacían flotar sobre su pretendida camisa hipster (que no lo era). A pocos metros otro ex, exsocialista, Juan María Calles exhibía delgadez en el mismo local. Calles no movía la cadera y no iba adosado a ninguna copa, conste y menos mal porque a la salida había controles policiales.

Mientras Alberto Fabra ha desparecido y se ha quedado de lugarteniente la ‘generala’ Isabel Bonig que se rompe la cara por su partido. Mal va el PP cuando una de sus jefazas debe recordar que ser del partido no es una vergüenza y se debe reivindicar. Bonig también se ha encarado con los empresarios y tira de la alfombra de Ximo Puig allá por donde pasa. La generala tiene el verbo rápido y la mala leche dialéctica que se le presupone para el cargo, aunque tenga corazón de magdalena con chocolate. Gana a Fabra en mucho, salvo en días libres. Hace bien Fabra, que nos quiten lo ‘bailao’, total.
 
Gracias a Juan Carlos Ferriol que siempre confía en mí, me defiende y se inventó esta sección porque le gustaba como escribía. A los compañeros que me han ido pasando cotilleos, negritas y anécdotas (Roberto, Rosabel Tavera, Laura Muñoz, Alberto Marco, Sara Fructuoso, Lorena Ortega o Marta Hortelano entre otros). A todos los que siempre decían que se esperaban reír cada lunes con estas crónicas. Y gracias a todos los que aún seguimos yendo a lo nuestro, Que nos quiten lo bailao
 

martes, 19 de agosto de 2014

Protocolo para actuar ante el sexo con desconocid@s


Como verás soy un tipo polifacético. Igual escribo de aeropuertos, de juicios, de sucesos, de Pantoja que de echar un polvo. Es la crisis (a más artículos, más se cobra) y mi infinita vocación de servicio público.

He detectado que siempre hay quien nos explica cómo comportarnos en una mesa, en una boda, en un funeral… Pero nunca nadie nos cuenta qué hacer ante un calentón, porque aquí vamos a analizar qué se debe y no se debe hacer ante un contacto sexual repentino. El problema es que todo el mundo cree actuar bien ante estas situaciones, pero no. Echar un polvo con alguien desconocido tiene sus normas. Y yo esto lo sé por lo que me han contado, que conste.
 

1.- Mejor no hables. Antes de meter la pata, no digas nada. Es muy probable que no recuerdes el nombre o que estés pensando en tu ex y ante eso, mejor callar. Es muy habitual que las chicas crean que deben dar conversación en estos casos. No, queridas, a lo que estamos. No digo yo que haya que guardar silencio, pero las charlas para luego, ahora es mejor un susurro que tenga que ver con lo que está pasando.

2. Sé solidari@. En la cama existen tres tipos de personas: los que van a lo suyo (egoístas), los que sólo están pendiente de la pareja (pánfil@s) o los que disfrutan viendo disfrutar a la otra (en su justa medida). En esta ocasión hay que estar pendiente de uno mismo pero sin pasarse. Frases como ‘¿te ayudo?’ son necesarias en esta situación. El sexo, pequeñines, no es como en las películas y el orgasmo es el único The End aceptable hemos venido a este mundo para ayudarnos.

3. Sé amable, desdramatiza. Estás pasando un buen rato y es muy probable que hayas acabado en esta tesitura a las tantas de la madrugada tras bajar el listón, es lo que se conoce como elegir entre el ‘rebuig’. No te avergüences, en peores plazas hemos toreados y hemos salido a hombros. Aunque sea mentira, haz a la otra persona sentirse deseada y destaca algo que te guste mucho: los ojos, las caderas, las espalda…
 

4. No experimentes. Por norma general, el primer polvo con alguien suele ser un poco desastre. No te flipes y ve a lo seguro. No estamos en el Circo del Sol, vale? Todos sabemos el ABC de las posturas que son en este momento como un traje negro. El arte de la seducción implica que alguien haga lo que tú quieras sin pedirlo. La cama es como una cancha: no verbalices tus deseos, insinúalos.

5. Un poco de higiene. Uno de los grandes problemas surge al terminar. Amiguitos, dejar el preservativo usado sobre las sábanas sin preguntar es de muy mal gusto. Mejor pregunta dónde está la basura. Lo mismo que si debes usar luego una toalla de la otra persona, es mejor pedir permiso.

6. Despedida. Es lo más incómodo. Hay gente muy pesada que se empeña en dormir juntos, que es como llamar a Telepizza y que el pizzero se quede a cenar, pero allá cada cual. Lo más correcto es aguantar cinco minutos y poner cualquier excusa para salir pitando. Un beso ligero de despedida es aceptable.

7. Disfruta, que te quiten lo bailao. Pues eso.

lunes, 18 de agosto de 2014

Un bloody mary con Lauren Bacall

Disfrutemos mientras podamos compañeros
 
El verano se extiende como una mancha de alquitrán hirviendo. Un mazacote pegajoso que tapa titulares y la actualidad queda inamovible bajo un cemento de vacaciones y teléfonos apagados. Es lo que tiene trabajar en agosto, ese mes en que hasta los corruptos descansan.

En realidad agosto es el mes de la génesis para los titulares que luego nacerán a lo largo del año y se irán destapando a golpe de investigación judicial. Agosto fue el mes en que Urdangarín conoció a Matas, por poner un ejemplo. Con media Comunitat descansando (y la otra, también), para escribir una columna sólo queda una opción: aparcar el portátil y coger una colchoneta.

Este verano en Castellón la actualidad se ha focalizado en uno de los locales más míticos de Benicàssim. El hotel Voramar, una villa histórica asentada sobre la arena de la playa, ha venido a ser el punto neurálgico de la realidad y una concentración de negritas. Peñíscola es la verdadera joya del turismo, pero el poder se concentra en Benicàssim que aterriza una vez se ha despejado la ciudad de ‘fibers’.

El empresariado y los políticos siguen apostando por Benicàssim y la urbanización Platgetes de Oropesa. Poco más. El relevo generacional no cuenta. Los días se suceden e igual un imputado se lleva a toda la familia a Acuarama.

El Voramar se construyó hace dos siglos pero no fue hasta 1930 cuando un grupo selecto de turistas consideró que era idóneo para convertirse en un club social. Esta villa es la punta del iceberg del colorín local y se aposenta iluminada con farolas barrocas que parecen extrañas algas. Hasta Hemingway se dejaba caer por allí y sólo durante la Guerra Civil detuvo su acelerada vida social para convertirse en hospital de los caídos en la batalla de Teruel.
 

Tal vez anestesiado por este verano con sabor a pistacho, en mi imaginación llegué a creer que Lauren Bacall y Bogart se habían tomado un bloody mary en su terraza, pero los camareros me sacaron del espejismo: ni eso ni nada por el estilo consta en acta.
 

A falta de noticias, el Voramar viene bien. Por allí han ido desfilando los poderes públicos. Si todos los planetas giran alrededor del sol, todos los populares lo hacen en torno a Alberto Fabra, cuya residencia vacacional está en Benicàssim.

De ahí que no sea raro encontrarse un coche oficial en la puerta del mítico hotel con un impertérrito chófer con gafas de sol, traje y sudando gotas de agua por el tubo de escape. Dentro puede encontrase uno a cualquiera o a González Pons desayunando, a la espera de reunirse con Fabra.

Más ejemplos. Vicente Rambla y Manuel Cervera coincidían en Benicàssim el sábado por la mañana y, aunque estaban en mesas cercanas, ni se saludaron. Los dos iban con el uniforme de político de verano. Mis compañeros Roberto Marín y Laura Muñoz me tienen al tanto de las costumbres gastronómicas de las altas esferas y cazan negritas que me sirven vía Whatsapp. Ayer mismo Rafael Blasco y señora (serios y circunspectos) compartían mesa y tinto de verano en Benicàssim mientras mis compañeros se lamentaban: uno no puede salir a la calle sin compartir servilleta con un imputado.

El Voramar es, ya digo, lo más parecido a Puerto Banús y sobrevive a todas las modas. Como el centro de la ciudad, donde uno puede toparse con Andreíta (la de Jesulín no, la de Carlos Fabra) cenando con unos amigos de siempre con coleta relamida.
 

Los estertores de la familia Fabra crearon el primer terremoto del verano con un julio incipiente al pedir un indulto para el patriarca. La Audiencia Provincial de Castellón citará a Fabra el 3 de septiembre para que conozca su destino presidiario pero esta petición de una gracia ministerial puede dejar en el aire su ingreso en la trena.

Sólo un susto nos hemos llevado esta semana y no era para tanto. La Generalitat ha ingresado 660.000 euros al CD Castellón, un club histórico que se lame las heridas de los buitres que le han rodeado en los últimos tiempos. La afición lo ha visto de justicia, un acto poético y se han encargado de escupir en Twitter contra los periodistas que cuestionaban que el fútbol (fuera el club que fuera) viviera años y años con patrocinios públicos. El fútbol es así.